En las Ciencias Sociales se hace la distinción entre izquierda y derecha. La primera suele asociarse con la intervención del Estado en la economía y con la existencia de política social; la segunda, con el libre mercado y con una disminuida intervención del Estado en la Economía y la sociedad. En ambos casos existen premisas y fundamentos teóricos y filosóficos que soportan una u otra forma de entender a la sociedad y de emitir recomendaciones de política pública y económica. En el libro de texto ambas posturas ofrecen una sociedad que puede llevarnos al nirvana si las políticas se aplican adecuadamente; sin embargo, las posturas extremas podrían más bien conducirnos al infierno, como ocurrió con el bloque socialista durante el siglo pasado y como podría ocurrir con nuestros vecinos del Norte.
A menos de dos semanas de haber llegado al poder, el actual presidente de los Estados Unidos demostró que sus propuestas no son retóricas. La salida de los Acuerdos de París no es un tema menor en un contexto internacional donde el mundo está incrementando su temperatura y donde la mayoría de los estudios científicos sostienen que esto obedece a actividades humanas. Anteponer el crecimiento económico al medio ambiente es una decisión desastrosa: los humanos somos parte de la naturaleza, sin ella, simplemente nos extinguiremos.
La salida de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es otro problema grave no sólo para Estados Unidos, sino para el mundo. Después de la década de los cincuenta, del siglo pasado, las sociedades urbanizadas pasaron por un proceso de reestructuración económica y social que favoreció el uso del automóvil, el sedentarismo y la comida no sólo rápida, sino con excesos de grasas, azúcar u otros edulcolorantes y harinas. Los resultados están a la vista: la obesidad es un problema internacional. La salida de la OMS puede implicar anteponer al mercado por encima de la salud. Nuevamente, su majestad el lucro se encuentra por encima del bienestar humano.
La persecución de connacionales y otros hermanos latinoamericanos que viven en los Estados Unidos de manera irregular se está convirtiendo en un problema fuerte, pues no sólo están ahuyentando a la mano de obra, sino también empresarios, así sea a escala micro, y a propietarios de viviendas y vehículos. Pronto se verá el impacto económico de no tener ni trabajadores ni consumidores latinos. Nuestros vecinos pronto aprenderán, a la mala, el significado de la ausencia.
La apertura económica también está en riesgo. De hecho, tanto en los libros de texto como en la política económica se considera como un rasgo fundamental de los Gobiernos de derecha el conservar las fronteras abiertas. Donald Trump está dando un viraje y está llevando a su país a encerrarse en sí mismo. Con una desventaja: sin compromisos para combatir la contaminación y con una población propensa a enfermedades provocados por el estilo de vida norteamericano. Este coctel podría ser explosivo y desastroso para el que sigue siendo el país más poderoso del mundo.
A pesar de todo lo anterior, sigo pensando que el resto de los poderes fácticos, legislativo, judicial, prensa y redes sociales, eventualmente demostrarán su poder y servirán como contrapeso al ejecutivo encarnado por el actual presidente. Si esto no ocurre, mi convicción es que los resultados de la actual gestión serán desastrosos; pero esto no lo sabremos sino hasta dentro de cuatro años, que se van rápido, pero que para muchos será eterno.
Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM.