En este proceso electoral está en juego el modelo de país que queremos. No se trata de una decisión menor. Por un lado, se trata de la continuidad de la política económica y social del actual Gobierno y, por otra, la que tuvimos del año 2000 al 2018. De algún modo ya probamos un poco de ambas. Dentro de esta contienda está también la disputa por el fortalecimiento del aparato estatal como rector de la economía, y por otro, la supremacía del libre mercado que antepone el lucro al resto de la agenda pública como es el medio ambiente, la salud o la seguridad hídrica, energética o de fuerzas armadas. Para la oposición es claro que el camino correcto sigue siendo el libre mercado, para la continuidad de la autodenominada 4T, es el fortalecimiento del Estado. Es el modelo de país el que está en juego.
Hace décadas en la educación básica se hablaba del primer, segundo y tercer mundo. El primero era aquél donde imperaba el capitalismo, el segundo, el socialismo y el tercero los países pobres, donde nos encontrábamos nosotros. Al paso del tiempo la Historia demostró que el Socialismo no es una opción deseable para la humanidad. Sigue habiendo algunos académicos e intelectuales que suspiran por dicho modelo social, probablemente porque no conocen Cuba o porque no están enterados de las atrocidades del Gobierno de Corea del Norte. Definitivamente el Socialismo no es un modelo económico, político y social que sea deseable. Esta estructura social quedará como una nota al pie de página en la Historia de la humanidad.
Tras la caída del bloque soviético disminuyó dramáticamente el número de países orientados hacia el socialismo. El capitalismo se fortaleció y cambió de nombre: en los libros de texto de Economía es ahora una mala palabra hablar del Capitalismo, en su lugar se habla de libre mercado. Este modelo es el que ha prevalecido durante décadas en el mundo y bajo el que se han dado las principales crisis económicas, empezando por la Gran Depresión de 1929, pasando por la crisis de las empresas tecnológicas del inicio del nuevo milenio, la de 2008 y la del confinamiento. Las crisis fueron reales, pero muchos se niegan a creer que el capitalismo es inestable y genera crisis. De hecho, cuando éstas surgen su explicación es que no ha habido suficiente libre mercado o que ha habido alguna intervención o perturbación provocada por el Estado o algun shok enterno. Algunos opinamos de otro modo.
La Historia demostró que el Socialismo no funciona. Igualmente ha demostrado que el capitalismo genera crisis. De hecho, una lectura de la obra del teórico creador de la economía mixta, John Maynard Keynes, es que al capitalismo se le debe salvar de sí mismo. Para ello es necesaria la intervención del Estado en la Economía. Es este debate sobre modelo de país que queremos, la 4T implica el fortalecimiento del Estado mientras que la oposición significa más libre mercado. Ese es el dilema que, desde la perspectiva económica, enfrentamos como país.
Durante el medievo, un aventurero italiano, Marco Polo, describió como el nieto de Gengis Khan, cobraba impuestos en especie para alimentar graneros y granjas reales, mismos que eran utilizados para mantener la estructura burocrática del Estado Mongol pero también para llevar alimentos a las comunidades que eran víctimas de fenómenos naturales como huracanes o terremotos. Esa era la misión del Estado. Hace por lo menos ochocientos años que eso es claro.
El modelo de país que queremos está en disputa, pero pretender que regresaremos al pasado es como creer que los adultos pueden volver a ser niños. Lo que ya pasó es Historia. El mundo cambia continuamente y un modelo de economía, con intervención estatal o basado en el libre mercado, también evoluciona con el mismo mundo. Así es que, en ninguna circunstancia volveremos al pasado, igual que los adultos no podemos volver a ser niños.
Hoy mismo, por la noche, sabremos hacia donde se perfila el modelo de país por el que votó la mayoría da población. En unos días más tendremos el conteo final. Dudo que se revierta la tendencia de lo que dicen la mayoría de las encuestas.
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El sector privado está fomentando el voto masivo a través de promociones en los servicios que prestan. Que bien. Lo mejor que le puede pasar al país es que se tenga una participación abundante. Los candidatos tendrán legitimidad, pues con muchos votos quedará claro cuáles son las preferencias de la mayoría de la población. Esto debió hacerse hace décadas. Nunca es tarde.
Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM