Terminó la edición número 30 de la llamada Conferencia de las Partes (COP 30), llevada a cabo en Brasil durante las últimas dos semanas. Al igual que en las últimas 29, hubo críticas y buenas intenciones, pero pocas acciones concretas que lleven al mundo a una situación que evite que el calentamiento global sobrepase niveles que pondrían en riesgo la existencia misma de la humanidad. Año tras año se ha venido diciendo que se hará algo para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y, también año tras año, se viene diciendo porqué no se hizo. El problema es que las medidas propuestas son voluntarias: es por buena onda que el mundo dejará de emitir contaminantes. Tal vez cuando en diversos lugares del mundo la gente empiece a caer muerta por el cambio climático, probablemente las medidas serán obligatorias. Ojalá no sea demasiado tarde.

En 1952 Inglaterra vivió un episodio de contaminación tan dramática que miles de ciudadanos cayeron muertos por respirar aire envenenado. Esto dio lugar a la creación de regulación que condujo a tener industrias más limpias. Es probable que esa sea la razón por la que Europa es una de las regiones del mundo donde el aspecto ambiental es tan relevante que existe obligación para las grandes empresas de publicar reportes de sostenibilidad.

En Estados Unidos las cosas son al revés. Al menos durante la actual administración, el tema ambiental ha perdido importancia, tan es así que el propio presidente de los Estados Unidos ha afirmado públicamente que el calentamiento global es una gran estafa. Esto ha abonado el campo para que empresas hayan acudido al amparo para tratar de evitar la publicación de reportes de sostenibilidad forzosos en el Estado de California. No olvidar, que en gran parte del mundo estos reportes no son obligatorios y que hay muchas formas de disfrazar la ayuda al medio ambiente, a través del llamado green washing.

La evidencia internacional muestra que los mecanismos de mercado y dejar el problema ambiental a la buena voluntad de empresas, consumidores y Sector Público, no sólo no ha reducido el problema, sino que cada vez se emite más dióxido de carbono. Está más que demostrado que la “buena onda” no es solución y que es un camino que nos llevará al desastre.

En el pasado reciente ya se han dado episodios donde la gente más vulnerable cae muerta por las olas de calor. Se cuentan por cientos o por miles, no por decenas de miles o más. Probablemente por eso no hemos puesto suficiente atención. Trágicamente estos episodios tendrán que ser cada vez más generalizados y notorios antes de que nos percatemos de que, como humanidad, debemos hacer algo para revertir el calentamiento global.

Las COP son un evento importante. No hay que minimizarlas. Pero a décadas de su realización, es claro que con reuniones, conferencias y buenas voluntades no hemos llegado a ningún lugar. No es exagerado decir que el futuro de la humanidad está en juego. No podemos dejarlo al libre juego de la oferta y la demanda o a las buenas voluntades de empresas, consumidores y gobiernos. El marco normativo debe cambiar para proteger a la naturaleza y, consecuentemente, a nosotros mismos.

Durante décadas en el mundo el mercado ha estado por encima de la salud y del medio ambiente. Los resultados están a la vista: humanidad obesa y enferma, así como un mundo contaminado. Exijamos que las Leyes se modifiquen para proteger a la naturaleza y fomentar la salud, aunque esto sea en detrimento de las ganancias económicas. De otro modo, podría no haber futuro.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM

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