Nos encontramos a un mes de que termine el mandato del actual ejecutivo. Esto es sólo el fin de una administración, pues en las elecciones pasadas el voto popular fue contundente: el proyecto de nación encarnado por el todavía presidente tuvo una aplastante mayoría. Varias de las propuestas legislativas pendientes se hicieron públicas desde enero, razón por la que no es sorpresa que varias de ellas se retomen con el nuevo congreso. Tampoco deberá ser sorpresa que varias se aprueben. El fin de esta administración es solo el principio de una nueva forma de gobernar al país.
El resultado de las elecciones pasadas sorprendió a muchos, tanto de la actual oposición como del Gobierno en turno. La primera esperaba que, al menos, el congreso estuviera dividido y ganar algunas gubernaturas. El partido en el poder esperaba ganar, pero de este modo tan contundente ni con el nivel de votación logrado. Por si fuera poco, en el litigio por los espacios plurinominales se falló a favor de la coalición ganadora, por lo que en la cámara de diputados se tiene mayoría calificada y en el Senado se cuentan con los dedos de una mano los votos necesarios para realizar cambios constitucionales. Alcanzar mayoría calificada en ambas cámaras será fácil.
Así es que no deberá sorprender que durante el mes de septiembre se lleven a cabo sesiones maratónicas en ambas cámaras que permitan que los cambios planteados a principios de año se lleven a cabo. La reforma del Poder Judicial casi es un hecho. La desaparición de órganos autónomos también la daría por dada. Esto modificará la configuración política, administrativa y económica del país que provocará que, ahora sí, se dé una verdadera transformación.
Las entidades encargadas de calificar la deuda del país han puesto el grito en el cielo, al igual que la oposición y el Gobierno de los Estados Unidos. Todo en aras de no tirar a la basura lo que costó años construir. Por lo menos esa es su lectura mientras que su pronóstico es que se avecina una crisis económica monumental. No es para tanto.
Desde la perspectiva financiera, la hipótesis de mercados eficientes establece que el sector financiero rápidamente incorpora las noticias, buenas y malas, al igual que las expectativas, en el valor de los activos financieros. Esto rápidamente se puede extender a tasas de interés y tipo de cambio. Si esta hipótesis es verdadera, desde el resultado de las elecciones los mercados financieros debieron asimilar lo que venía, por lo tanto, no habría razones para que los mercados se sacudan tan bruscamente. El planteamiento anterior parte del supuesto de que los mercados financieros son realmente eficientes; si no es así, todavía podría haber elementos que contribuyan a una posible crisis económica.
Un factor adicional es el de la incertidumbre provocada por el cambio en las “reglas del juego” bajo las que se realizan los negocios en el país. Pero llevamos seis años con dichos cambios. Varios empresarios no sólo han sobrevivido, sino que han seguido invirtiendo en el país. La incertidumbre es lo normal en los mercados, por más que los libros de texto digan que éstos son estables, por lo que, en todo caso, se tendría un periodo de tiempo con mayor incertidumbre de la que se ha tenido, pero después las cosas deberían tender a estabilizarse.
Si las reformas se realizan bajo el actual mandato, la nueva presidenta podría no tener que pagar el costo político que implican. Finalmente, ella simplemente “así recibió” al país y habría alguien a quien culpar. Un evento como este se vivió en el país cuando en 1982 José López Portillo nacionalizó la banca justo antes de irse; Miguel de la Madrid tuvo que gobernar con esa decisión, misma que se revirtió seis años después. Pero el contexto actual no es el de inicios de la década de los ochenta. Lo más probable es que con el fin de esta administración más bien esté terminando la primera fase de lo que serán cambios aún más profundos. Lo que en realidad está terminando es la obertura, viene la parte medular.
Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM