El desarrollo sustentable es un tema que llegó para quedarse. Se mantendrá en las agendas políticas y económicas de México y el mundo, durante décadas. Vale decir que llegar a la definición de este término tomó treinta años de discusiones antes de tener una que fuese universalmente aceptada. Si aceptar que Desarrollo sustentable es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades, tomó décadas, instrumentar políticas que permitan al mundo desarrollarse en dicho sentido tomará otras tantas. Sin embargo, es crucial mantener la discusión viva y no sólo eso, ahora también debe ser incluyente, es decir, incorporar a la población marginada y en particular a las comunidades autóctonas. El reclamo de la comunidad Yaqui respecto a los derechos de vía por ductos y vías que pasan por sus tierras, es por lo tanto, legítimo, al igual que el reclamo de las comunidades en cuyas tierras se tienen hélices que transforman la energía eólica en eléctrica y cuya renta es raquítica, además que en algunos casos no se consultó a toda la comunidad sobre el establecimiento de las mismas.

Nuestro planeta está enfermo. Su temperatura sigue creciendo y en estos momentos de la historia de la humanidad no hay duda de que esto obedece a actividades humanas. De hecho, la invasión y alteración de ecosistemas está provocando que los humanos tengamos contacto con especies que antes estaban ocultas por su hábitat, es el caso de los osos en la zona norte del país. Estas especies podrían ser portadoras de virus y bacterias que no conocemos. En dicho contexto, es probable que el propio Covid 19 sea una consecuencia indirecta de la barbarie ecológica que estamos cometiendo. Por lo tanto, vale más tomar acciones que ayuden a curar a nuestro planeta.

Las energías renovables llegaron para quedarse. Apostar a la energía basada en los hidrocarburos y carbón mineral es un error. Sin embargo, un cambio de tecnología contaminante a una aparentemente inocua no se da de la noche a la mañana. Es necesario tener una transición energética, donde gradualmente se reduzca el consumo de combustibles fósiles y se incremente el uso de energías renovables. Esta transición puede durar décadas, además de que se debe considerar la huella ecológica que deja la energía aparentemente sustentable. En Europa, por poner un ejemplo, se han convertido en un dolor de cabeza las gigantescas hélices que generaron electricidad durante treinta años, pero cuya vida útil ha llegado a su fin. El dilema ahora es qué hacer con ellas. Las celdas solares en su elaboración dejan una fuerte huella hídrica, que es compensada sólo si éstas se utilizan por lo menos cinco años. En resumen, la aparente “energía verde” no lo es tanto, en realidad sólo desconocemos el impacto ecológico a largo plazo del material utilizado para generarla. Pero tarde o temprano nos llega la factura.

En Economía se habla de por lo menos tres factores de la producción: tierra, trabajo y capital; si incluimos a la empresa o espíritu de empresa tenemos cuatro. En el primero, tierra o recursos naturales se incluye no sólo el suelo, sino el sol, la riqueza biológica, el recurso eólico y otros recursos naturales. En tal sentido es correcto afirmar que los recursos naturales pertenecen a las comunidades originarias y a quienes ahora viven en dicho sitio. Por lo tanto, al transformar la energía eólica en eléctrica, una parte de los ingresos generados corresponden legítimamente a las comunidades donde se ubican tales instalaciones. Lamentablemente el contexto legal e institucional de nuestro país permite que el sector privado se apropie de esta renta.

La discusión sobre la definición de desarrollo sustentable ahora incorpora los derechos de las comunidades. No se trata sólo de generar energía verde, sino de, simultáneamente, integrar a las comunidades, respetar sus tradiciones e incorporarlos al plan de desarrollo. Esto incluye el pago de la renta de la tierra utilizada como derecho de vía o como sede de la instalación de granjas solares o hélices generadoras de electricidad. Por tal razón es que los reclamos de diversas comunidades son legítimos. Lamentablemente pareciera que como sociedad apenas estamos escuchándolos.

El contexto legal e institucional de un país puede provocar que lo que es en principio algo deseable, como generar energía limpia, se convierta en negocio de unos cuántos en detrimento de muchos, sobre todo de las comunidades donde se encuentran las instalaciones generadoras de energía. Definitivamente los combustibles fósiles deben pasar a la historia. Lo deseable es mirar hacia el futuro con energía sustentable. Pero esto no es razón para que la energía verde se convierta en negocio de algunos, mismos que dentro de la legalidad se pueden apropiar de la renta que corresponde a los dueños de los recursos naturales. Que sea legal no lo hace legítimo mucho menos justo. En la transición a una economía sustentable, el fortalecimiento institucional y el reconocimiento de los derechos de las comunidades son temas que no pueden queda fuera de la discusión.

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