Se ha especulado en medios de comunicación que la entrega de los capos de México al poder judicial de los Estados Unidos fue una ofrenda para calmar la ira de Trump y, por lo menos, postergar la aplicación de aranceles. Es una hipótesis plausible, pero no la única. Otro argumento es que los jueces mexicanos estaban a punto de liberar a algunos de ellos, o tal vez a todos. En cualquier caso, esto sólo demuestra que nuestra administración de justicia no es de fiar. ¿Son los jueces? ¡Los policías? ¡La mala integración del expediente? ¿O es todo lo anterior aderezado con otros ingredientes?

Lo fácil es descargar culpas al por mayor y no asumir las responsabilidades propias, tanto personales, familiares o sociales. Lo común es no ser autocrítico y reconocer que dentro de la naturaleza humana está el errar. Por lo tanto, nos equivocamos y en no pocas veces optamos por el camino fácil de la corrupción y el “agandalle”; en dicho contexto, es sencillo culpar a la policía, a los jueces o a alguien más, pero, no reconocer que como individuos y sociedad somos cómplices de este pésimo sistema de administración de justicia que tenemos.

Que delincuentes mexicanos sean llevados al extranjero para ser juzgados por jueces de otro país muestra que algo está fallando. Es muy fácil decir que los jueces son corruptos y que recibieron dinero a cambio de liberar a los presuntos criminales. Pero eso es sólo una fracción del proceso, desde la captura del individuo hasta la integración del expediente deben seguir procedimientos correctos. La técnica jurídica debe ser pulcra tanto para demostrar la culpabilidad como el posible castigo. El juez debe dictaminar con los elementos probatorios tanto de la parte acusadora como del acusado. Una mala investigación o integración de expediente puede inducir al juez a liberar a alguien cuya culpabilidad no se demostró. Hasta aquí la mayor parte de la responsabilidad no es del juez, sino del ministerio público o del fiscal.

La detención de los presuntos delincuentes por sí mismo debe llevar un proceso. Una mala formación policial puede acarrear vicios de origen que provoquen que el acusado rápidamente pueda librarse de alguna condena. Entre el hecho delictivo y una sentencia hay un largo proceso que puede estar sujeto a vicios y corrupción. El problema no sólo está en los jueces, sino todo el proceso y aquellos que somos partícipes: los ciudadanos.

A lo anterior debe sumarse el temor a posibles represalias o venganzas de aquellos que fueron juzgados y condenados. En todo caso, esto demuestra que la máxima Weberiana que sostiene que el Estado es el ente que ostenta el monopolio legítimo de la violencia, no se cumple a cabalidad en nuestro país.

Las acciones del presidente de Estados Unidos están teniendo efectos en el mundo entero. En el caso de México ya comenzamos por llevar a presuntos delincuentes a ser juzgados en otro país. Esta es una franca invitación a mirarnos, como sociedad, a la cara con ojos críticos y modificar todo, desde el comportamiento ciudadano hasta la verdadera profesionalización de policías, ministerios públicos y personal de juzgados, para evitar que desde fuera de nuestro país sigan presionando para generar un cambio. Como sociedad mexicana, eso está en nuestras manos. No hacerlo, provocará que otras fuerzas lo hagan, como los aranceles, tratados comerciales e inversión extranjera, por citar algunos.

Las redes sociales están ayudando a acelerar los cambios. La denuncia de abusos, tanto de funcionarios como de ciudadanos ahora se ventilan al instante. Eso puede ayudar a mejorar el entorno de administración de justicia. Pero es mejor que lo tomemos como un tema de política pública y hagamos algo al respecto. Ejemplo de ello es el tema del nepotismo, que tal vez tardará tres años más de lo deseable, pero que ya está en la agenda política del país.

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En algún lugar de El Príncipe, Maquiavelo sostiene que el Príncipe se mantendrá en el poder en tanto tenga apoyo popular. En esos términos, la convocatoria de la Presidenta, para protestar o informar sobre las acciones a seguir como consecuencia de la posible aplicación de aranceles, es una clara muestra de maquiavelismo. En hora buena, la administración de un país no sólo requiere elementos técnicos o administrativos, sino una buena dosis de política.

1 Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM.

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