Pareciera sencillo y poco novedoso hablar de la inauguración de una nueva línea de trolebús en una ciudad. No obstante, cuando ese trolebús atraviesa una de las zonas más marginadas del país —una región con problemas históricos de inundaciones, donde miles de familias han aprendido a resistir en condiciones precarias para sobrevivir— la historia cobra otra dimensión. Hablamos de personas que, durante años, han invertido más de cuatro horas diarias en sus traslados, alejadas del acceso equitativo al desarrollo. Para ellas, este “simple trolebús” representa una transformación profunda y urgente de su vida cotidiana.

Este proyecto no es únicamente una obra de transporte. Es un mensaje claro: por fin se ha escuchado a quienes viven en la periferia de la Zona Metropolitana del Valle de México. Es también una respuesta estructural pensada para estudiantes que recorren distancias agotadoras para poder estudiar, para trabajadores que cruzan la ciudad para sostener su economía familiar, y para miles de mujeres que viajan diariamente en condiciones mínimas de seguridad, tiempo y comodidad.

Desde 2018, bajo el liderazgo del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, se reconoció la necesidad de intervenir esta región con un modelo de movilidad moderno, sustentable y accesible. Esa visión encontró continuidad bajo el mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien ha impulsado y consolidado este proyecto con el mismo compromiso social, técnico y territorial por el bienestar colectivo.

Este esfuerzo ha sido posible gracias a una coordinación ejemplar entre el Gobierno de México, el Gobierno del Estado de México —encabezado por la gobernadora Delfina Gómez— y el de la Ciudad de México, liderado por Clara Brugada. Juntas, estas instituciones han demostrado que cuando se antepone el interés público, los grandes acuerdos no solo son posibles, sino indispensables. Incluso el modelo de operación da cuenta de una colaboración responsable: el Estado de México absorbió buena parte de los costos de infraestructura, mientras que la Ciudad de México operará el sistema a través del Servicio de Transportes Eléctricos, con una amplia experiencia en este tipo de soluciones.

El Trolebús Elevado Chalco–Santa Marta se desplaza sobre un viaducto de más de ocho metros de altura, exclusivo para unidades eléctricas, y completamente segregado del tráfico automovilístico. No es un segundo piso para coches: es un segundo piso para las personas. Un tramo que, hasta hace poco, podía implicar 90 minutos de traslado, hoy puede recorrerse en tan solo 40. Esta reducción de tiempo equivale a un 55% menos de trayecto, lo cual representa más que eficiencia: es un cambio vital. Significa más tiempo para descansar, convivir con los hijos, estudiar o simplemente evitar los riesgos de una ciudad que muchas veces castiga a quienes la cruzan desde sus márgenes.

Este nuevo sistema operará inicialmente con 102 unidades modernas de trolebuses eléctricos, adquiridas con una inversión superior a 1,400 millones de pesos provenientes del Gobierno Federal. En su primera etapa, se estima que atenderá a 123 mil personas diariamente. Esto implica que al menos medio millón de habitantes serán directamente beneficiados, transformando su manera de moverse, de trabajar y de vivir.

Además, todas las unidades y estaciones cuentan con conectividad WiFi gratuita, una medida que contribuye a cerrar la brecha digital. Ya no solo se trata de moverse de un punto a otro: ahora se trata también de conectarse, de estudiar en tránsito, de atender mensajes laborales o de acceder a servicios digitales básicos desde cualquier parte del trayecto.

Este trolebús no es solo un nuevo carril ni un vehículo eléctrico. Es una metáfora de la desigualdad histórica que aún atraviesa nuestras ciudades, pero también es una demostración de cómo se puede revertir. En una urbe planificada por décadas en torno al automóvil privado, este proyecto apuesta por quienes no tienen coche, por quienes nunca fueron incluidos en esa lógica. Es una declaración ética y urbana: primero, las personas; primero, quienes más lo necesitan.

Este trolebús elevado reconoce, desde las alturas, la profunda desigualdad que existe abajo, en el asfalto cotidiano. Pero también lanza una señal clara: para igualar, hay que empezar por ofrecer oportunidades reales. El modelo de transporte que aquí comienza no solo reordena rutas; transforma trayectorias de vida, y apuesta por una prosperidad compartida donde el tiempo ganado se traduzca en justicia, inclusión y esperanza.

Este “simple trolebús” no solo recorre kilómetros: cruza años de abandono, acorta distancias sociales y cumple con una promesa histórica de dignidad y transformación.

Secretario de Movilidad del Gobierno del Estado de México

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