En los últimos meses, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha recurrido a la amenaza de imponer aranceles de 25% a productos mexicanos como una táctica para influir en las políticas de México. Esta estrategia busca presionar al gobierno mexicano en áreas clave como la migración y la seguridad.

Trump ha anunciado la imposición de estos aranceles generando preocupación en ambos lados de la frontera. Sin embargo, tras conversaciones con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, se acordó una prórroga hasta el 2 de abril, brindando un respiro temporal al intercambio comercial valorado en 839 mil millones de dólares anuales.

Aunque la administración Trump ha intentado presentar la prórroga como un reconocimiento a los esfuerzos de México en materia de migración y seguridad, en realidad la decisión responde a la presión de los sectores económicos estadounidenses. Empresarios, líderes industriales y legisladores expresaron su preocupación por el impacto negativo que los aranceles tendrían en la economía de Estados Unidos, aumentando los costos para los consumidores y afectando cadenas de suministro clave. Las quejas dentro del propio partido republicano también influyeron en la pausa de esta medida.

La presidenta Sheinbaum celebró esta extensión como un reconocimiento al esfuerzo conjunto en materia de seguridad y migración. Sin embargo, expertos advierten que, aunque la prórroga es un alivio, las amenazas persisten y podrían ser utilizadas para presionar a México en otros ámbitos, como la reducción de compras a China.

Esta táctica de utilizar amenazas arancelarias como herramienta de negociación no es nueva en la administración Trump. En el pasado, ha empleado medidas similares para renegociar acuerdos comerciales y abordar cuestiones de seguridad nacional. Sin embargo, esta estrategia también ha generado incertidumbre económica, afectando mercados y relaciones diplomáticas.

A largo plazo, la estrategia de Trump podría consolidarse como un mecanismo de intimidación recurrente, generando un ambiente de inestabilidad para las empresas mexicanas y la economía en general. El uso constante de amenazas comerciales podría obligar a México a ceder en cuestiones estratégicas, limitando su soberanía en decisiones clave. Además, esta política podría desalentar la inversión extranjera y complicar las negociaciones dentro del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), poniendo en riesgo los beneficios alcanzados con este acuerdo.

La reciente pausa en la aplicación de los aranceles refleja la complejidad de las relaciones entre Estados Unidos y México. Mientras ambos países buscan mantener una colaboración efectiva, la utilización de amenazas económicas como medio de presión plantea desafíos para la estabilidad y el desarrollo de políticas conjuntas.

Es esencial que, en este periodo de prórroga, ambos gobiernos trabajen en soluciones sostenibles que aborden las preocupaciones compartidas sin recurrir a medidas coercitivas que puedan afectar negativamente a sus economías y a la relación bilateral.

Académico de la Universidad del Valle de México Campus Zapopan

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