Hace unos días, el INEGI presentó los datos del Producto Interno Bruto Trimestral (PIBT), la principal medida estadística para conocer el comportamiento de la actividad económica de un país. Si bien se esperaba una caída en la actividad económica al cierre del 2024, lo cierto es que los resultados se encuentran por debajo de las proyecciones menos optimistas tanto de organizaciones internacionales como de la banca privada.

De acuerdo con los datos presentados, el PIB a precios constantes, con cifras desestacionalizadas, apenas creció 0.5 por ciento durante el último trimestre de 2024, mientras que el crecimiento anual se ubicó en 1.2%. Por su parte, los datos muestran caídas del -4.1%, en las actividades primarias, las cuales integran a sectores como la agricultura y la ganadería; del -2.0% en las secundarias, que incorporan a la manufactura, la construcción, la minería y la distribución de energía eléctrica, agua, y gas; mientras que, en las actividades terciarias, entre las que se encuentran el comercio y los servicios, se presentó un incremento moderado del 2.1%.

Si bien la conversación pública se ha centrado en la caída de la actividad primaria, es importante considerar que esta solo representa el 3.2% del valor económico total en 2024. En contraste, el sector secundario juega un papel clave en la economía nacional, aportando el 31.5% del valor agregado bruto, por lo que merece especial atención. Dentro de este sector, la construcción tuvo una disminución del 6.8%, la minería del 5.8% y la industria manufacturera se mantuvo sin crecimiento.

Cabe mencionar que la caída en la actividad secundaria no es inesperada, ya que desde hace casi dos años, al menos tres de sus componentes han mostrado retrocesos en indicadores de producción, ventas y empleo. Un ejemplo claro es el sector manufacturero: según la Encuesta Nacional de la Industria Manufacturera (EMIM), acumula al menos 22 meses consecutivos de disminución en el índice de personal ocupado, reflejando un debilitamiento del sector y un impacto directo en el empleo.

La situación del sector secundario podría agravarse en un contexto en el que la manufactura se posiciona entre los sectores más vulnerables ante la amenaza de aranceles, ya que concentra al menos el 92.1% del valor de las exportaciones del país, y dada la integración de las cadenas de producción entre México y Estados Unidos, la aplicación de aranceles podría convertirse en la estocada final a la ya de por sí deteriorada manufactura. Peor aún, los efectos perniciosos no se limitarán a este sector, ya que es posible que tenga un efecto de arrastre sobre el que hasta ahora ha sido el principal sostén de la economía, el comercio y los servicios.

En conclusión, los resultados del Producto Interno Bruto anticipan un panorama desafiante para 2025. La marcada desaceleración en el sector de las actividades secundarias, que se refleja en la caída de la construcción, la minería y la manufactura, pone en vilo a la economía mexicana. Además, la posible aplicación de aranceles a insumos claves para estas industrias podría profundizar la fragilidad del sector.

En este contexto, surge la necesidad de generar inversión pública en infraestructura para reactivar el crecimiento económico. Sin embargo, dadas las condiciones presupuestales, esta posibilidad sigue siendo incierta. De no tomarse medidas oportunas, es probable que durante los próximos meses veamos caídas significativas en el empleo formal, afectando a miles de familias que, una vez más, se verían obligadas a buscar alternativas para subsistir.

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