En enero pasado, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó en el Museo de Antropología el Plan México, una estrategia integral compuesta por 18 programas y acciones concretas que buscan fortalecer la economía nacional y garantizar el bienestar social a través de una combinación de inversión pública, impulso a la producción interna, modernización de la infraestructura y expansión de los programas sociales. A medida que las circunstancias económicas globales se han vuelto más inciertas, el Plan México comienza a perfilarse como una política dual, a la vez proactiva y reactiva, como motor de desarrollo y salvavidas económico.

En el corazón de esta estrategia se encuentra el propósito de producir en México lo que se consume, reducir la dependencia de importaciones, fomentar cadenas de valor nacionales y transformar las bases productivas del país mediante una infraestructura funcional y una red ampliada de apoyos sociales. El conjunto de acciones propuestas por la presidenta responde a necesidades inaplazables para promover la resiliencia económica, fomentar el bienestar social y preservar la competitividad de México en el ámbito internacional, mientras honra el principio rector del movimiento que encabeza: por el bien de todos, primero los pobres.

El Plan México una política de Estado ambiciosa, innovadora, prudente, sostenible y orientada al bienestar del pueblo. El Plan México podría convertirse en el punto de partida para un replanteamiento profundo de la política industrial mexicana que, si se implementa con éxito, podría dar origen al primer “tigre latinoamericano” del siglo XXI.

En términos concretos, el plan prevé sustituir más de 36 mil millones de pesos en importaciones por producción nacional, establecer un contenido mínimo de 65% en las compras públicas y construir más de 3,000 kilómetros de vías ferroviarias, incluyendo los trenes Ciudad de México-Pachuca, Ciudad de México-Querétaro y el Tren Maya de carga. Asimismo, se proyecta un incremento del 30% en la producción nacional de combustibles hacia 2030 y una expansión de 22,674 megawatts en la capacidad eléctrica. El programa contempla una inversión de 35 mil millones de pesos para la mejora de 60 aeropuertos concesionados, así como la rehabilitación de 11 puertos. En materia de transporte terrestre, se busca mantener y construir 44 mil kilómetros de carreteras, además de 1,970 kilómetros de nuevas vialidades y 114 caminos artesanales para pueblos originarios.

Estas acciones se complementan con medidas para fortalecer la autosuficiencia alimentaria mediante el incremento de la producción de maíz, frijol, arroz y leche; la ampliación del financiamiento a pequeñas y medianas empresas; incentivos fiscales para la inversión industrial y una inversión social orientada tanto a ampliar los programas existentes como a crear nuevos mecanismos de apoyo, tales como becas universales y atención médica domiciliaria. En su conjunto, el plan plantea una reconfiguración de la economía nacional basada en mayores niveles de producción, una integración industrial más profunda y un gasto público estratégicamente dirigido a la infraestructura y el bienestar.

El Plan México ha sido cuidadosamente curado para explotar las principales ventajas comparativas del país al alinearlas con las necesidades económicas globales más apremiantes: la relocalización de procesos productivos, la mejora de la conectividad en las cadenas globales de valor, la diversificación de las fuentes de suministro, la urgencia de construir mercados más resilientes y cercanos a los centros de consumo, y la simplificación logística regional de la producción de bienes complejos.

Lo que inició como un plan para fortalecer la inversión, las soberanías energética y alimentaria, el mercado interno y la producción nacional, ha adquirido una dimensión mayor al posicionarse como una hoja de ruta frente a los embates arancelarios y la incertidumbre comercial que sacuden al entorno global. El Plan México se convierte así, casi por fuerza de las circunstancias, en motor de desarrollo y salvavidas frente a la tormenta: no solo impulsa el crecimiento económico con una visión de largo plazo, sino que también dota al país de herramientas clave para afrontar un mundo más competitivo y volátil.

El Plan México es, en esencia, el doble impulso que el país necesita: motor que acelera la transformación económica y capitaliza el enorme potencial que alberga nuestra tierra y salvavidas que garantiza estabilidad en un mar turbulento de guerras comerciales y proteccionismo económico, con el pueblo como agente central y principal beneficiario de este proceso transformador.

Senadora de la República

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