El término "deconstrucción" ha desempeñado un papel fundamental en el discurso del feminismo contemporáneo y ha cobrado una notoria popularidad, incorporándose ampliamente en la cultura popular, apareciendo en películas, canciones y hasta en el lenguaje cotidiano. Sin embargo, ¿qué significado subyace detrás de esta palabra aparentemente compleja?

El origen de este término se remonta a los trabajos de la destacada filósofa francesa Simone de Beauvoir, quien planteó la idea de que una mujer no nace como tal, sino que se construye como mujer. En otras palabras, la feminidad no es una característica inherente, sino un conjunto de atributos impuestos por la sociedad, que incluyen la delicadeza, la decencia y otros estereotipos de género. Estos atributos van más allá de las diferencias físicas y biológicas entre los sexos, y para ilustrar esta noción, de Beauvoir presentó un sencillo silogismo: todas las mujeres tienen órganos sexuales femeninos, pero no todas las personas con estos órganos se consideran mujeres.

La deconstrucción, como concepto, nos invita a cuestionar la arbitrariedad de las características que la sociedad asocia con los géneros. Por ejemplo, en la actualidad, la longitud del cabello se ha convertido en un símbolo de feminidad. No obstante, en el antiguo Egipto, era común que las mujeres llevaran el cabello corto, lo que definía la idea de feminidad en ese contexto. Este ejercicio de reflexión revela la fragilidad de los conceptos que moldean nuestra percepción de los géneros.

El problema radica en que la sociedad impone características específicas como esenciales para definir una mujer ideal, lo que lamentablemente limita y afecta la calidad de vida de quienes deben conformarse con estos estereotipos para encajar en la sociedad. Aunque esta presión también se extiende a los hombres, con expectativas de fortaleza, racionalidad y agresividad, históricamente ha repercutido de manera más significativa en las mujeres. Durante milenios, a las mujeres se les ha asociado estrechamente con las labores domésticas, la maternidad, la vulnerabilidad y la sumisión.

La deconstrucción nos plantea la necesidad de ser más racionales al definir las cualidades esenciales para asignar un género, lo que, en última instancia, nos otorgaría una mayor libertad. Una mujer sería reconocida como tal porque ella misma se identifica como tal, no por las cualidades arbitrarias que la sociedad espera que tenga. Lo mismo se aplica a los hombres. La deconstrucción nos invita a liberarnos de las expectativas de género impuestas y a reconocer la diversidad de identidades de género, permitiendo a cada individuo definirse a sí mismo de acuerdo con su experiencia y autenticidad.

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