El Partido Revolucionario Institucional (PRI) tuvo un poder absoluto en nuestro país durante décadas. Desde principios del siglo XX hasta hace pocos años, el PRI gobernaba todos los municipios, delegaciones, congresos, estados e incluso la presidencia. Hoy es la cuarta fuerza política del país y está a unos cuantos votos de ser la quinta o incluso la sexta. Un espacio que ejemplifica claramente el declive del partido es la Cámara de Diputados, donde se estima que para la próxima legislatura tendrá alrededor de 40 representantes, en contraste con los 213 que tenía en las elecciones de 2012. ¿Cuál fue el motivo de su decadencia?

Aunque sería tentador atribuir su fracaso político al recuerdo que tiene la sociedad mexicana de algunos de los episodios más trágicos y grotescos de la historia moderna del país, como la matanza de 1968, el halconazo o el fraude de 1988, me temo que el sentir de la población contra este partido no es motivo suficiente para justificar su declive. Si fuera así, con toda seguridad no gobernaría Coahuila, estado que fue saqueado hace unos años por el priista Humberto Moreira, uno de los gobernantes más corruptos en la historia moderna de México.

Entonces, ¿qué otros factores influyeron para terminar con un partido que tuvo tanta hegemonía política? Sin necesidad de recurrir a los factores obvios, como la popularidad del actual gobierno o los escándalos de corrupción del "nuevo PRI", basta con observar la forma interna en que se dirige el partido.

El pasado domingo se llevó a cabo la Asamblea Nacional del PRI. A los pies de un letrero de 12 metros que exclamaba "Nosotros construimos México" y una decoración que recordaba al partido comunista chino, los militantes votaron de forma unilateral para extender durante otros dos mandatos la dirigencia del partido, encabezada por Alito Moreno y todos sus amigos cercanos. Esto a pesar de que el actual presidente del PRI y la directiva tienen varios escándalos en su contra, sumados a los peores resultados electorales en la historia del partido.

Es simplemente surreal ver cómo se desarrolló la reunión. Si la decoración ya de por sí recuerda a una dictadura del siglo XX, poco podemos decir sobre la forma en que se desarrolló la asamblea. Fue a puerta cerrada, con invitaciones entregadas de forma unilateral y con los asistentes sin la posibilidad de hacer uso de la voz. Al frente y en el centro de todo el auditorio, Alito Moreno, quien enfrenta varios procesos en la fiscalía por desvío de recursos, acusó a otros militantes de la corrupción del partido que le afectó en las pasadas elecciones. Estas acusaciones llegaron a tal grado que incluso insinuó que Manlio Fabio Beltrones, senador electo por la vía plurinominal del PRI, había tenido una participación en el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

Asimismo, Alito anunció que existiría una renovación del partido, pero es evidente que la decadencia va en picada y que la caída de votos continuará en las próximas elecciones. Es indudable que la dirigencia del partido buscará prolongarse para intentar seguir obteniendo todo el beneficio que pueda mientras el partido se mantiene convaleciente.

En otras circunstancias, quienes somos partidarios de la izquierda sin duda estaríamos felices de que Alito Moreno se prolongue en la dirigencia de un partido que tanto daño le hizo al país, pues esto representaría su inminente desaparición. Sin embargo, cuando recordamos que los partidos políticos se sostienen con financiamiento público y que los recursos del erario destinados al PRI seguirán siendo malversados en vez de usarse para reforzar la democracia en nuestro país, está situación se vuelve preocupante.

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