Con un ajuste de 3 mil millones de pesos, el presupuesto que tendrá la Secretaría de Cultura en 2025 mejoró sustancialmente. No conservó los 4 mil millones que en un principio se le recortaron, pero recuperó bastante, la verdad sea dicha. El viernes pasado, la secretaria Claudia Curiel de Icaza anunció frente a la presidenta Sheinbaum que los recursos se destinarán al INBAL y al INAH, así como a infraestructura y equipamiento de las Escuelas de Educación Artística y Cultural. Suena bien el discurso, ahora falta verificar en los detalles del presupuesto que en verdad la mayor parte se destine a las tareas sustantivas de los institutos y no a comprar terrenos para hacerle el caldo gordo al Tren Maya, entre otras cosas cuestionablemente prioritarias para el bienestar y el desarrollo de la vida cultural del país… Con una decisión así, la presidenta Sheinbaum ha marcado, al menos aquí, la diferencia con López Obrador en cuanto a su visión de apoyar la cultura. Pero, además de ocuparse por fin de las instituciones educativas artísticas y culturales, en el segundo piso de la 4T ¿hay esperanza de que las industrias culturales sean apoyadas en su desarrollo para que miles de mexicanos que trabajan en éstas tengan empleos y una vida digna? Eso lo sabremos cuando conozcamos el programa sectorial de cultura y veamos cómo va evolucionando la relación entre las industrias culturales y las diversas entidades gubernamentales que forman o están conectadas con el sector cultural… Por otra parte, aunque tener un presupuesto de 15 mil millones de pesos para cultura es buena noticia, el logro es agridulce si recordamos que el ajuste del presupuesto se realizó a costa de los recursos que les han quitado a los extintos organismos autónomos. A todos los mexicanos nos afecta y en el ámbito cultural habrá consecuencias específicas y nefastas si las cosas salen mal. Si la burocracia gubernamental no hace bien las labores que hasta ahora dependían de los organismos autónomos, se batallará más con la opacidad en el acceso a la información pública relacionada con las instituciones culturales, harán falta diagnósticos independientes de cómo se desarrollan los programas culturales creados para tener impactos sociales y ni de chiste habrá evaluaciones confiables de la calidad de la educación artística y cultural en México. ¿Hay garantías de que las tareas del INE, el Coneval y el Mejoredu sean realizadas escrupulosamente por las entidades que los absorbieron…? Por el bien del país, ojalá a los escépticos nos callen la boca... Y mientras tanto, para la naciente Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, el panorama pinta muy difícil para 2025. Aquí la presidenta Sheinbaum le ha quedado a deber a una comunidad de la que, además, forma parte. Ya veremos cómo la secretaria Rosaura Ruiz pondrá manos a la obra para levantar el tiradero que le dejó María Elena Álvarez-Buylla...
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