Dedicarnos a los asuntos culturales es un privilegio periodístico porque nos permite hablar prácticamente de todos los asuntos de la vida pública en algún momento. Hoy, por ejemplo, hablaremos de las armas que matan a mexicanos todos los días, meses, años, hasta sumar cientos de miles, en un país azotado por la inseguridad, la delincuencia, la impunidad y la corrupción… ¿Por qué hablar de este tema tan duro en nuestra sección cultural? Porque en este país en nombre de la cultura se hace propaganda de todo tipo de pelaje; por ejemplo, hace unos días la secretaria de Cultura, Claudia Curiel de Icaza, anunció al país la convocatoria para convertir armas canjeadas y destruidas por obras de arte. Así que, en alianza con la Secretaría de la Defensa Nacional, se abrirá esta convocatoria dirigida a artistas visuales “para resignificar armas incautadas por la Sedena” con el fin de crear esculturas y objetos artísticos.
Si fuéramos cursis, diríamos que será un hermoso mensaje simbólico ver objetos letales convertidos en objetos artísticos que nos darán esperanza para la paz... Pero este mundo nos ha hecho muy duros y realistas, así que cuestionaremos cómo la Secretaría de Cultura se usa para sumarla al fracaso de los gobiernos de los últimos 20 años que no logran apagar las llamas de este infierno en el que se ha convertido el país. Transformar armas en obras de arte para construir una cultura de paz a estas alturas y en las circunstancias en las que se vive en Sinaloa, Michoacán, Guanajuato, Guerrero, etc, suena a que no tienen idea de qué decir y qué hacer para entretenernos mientras nos toca ser alcanzados por la violencia.
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Veremos en qué términos se plantea la convocatoria para que los artistas que quieran participar en este proyecto sean libres de elegir el ángulo que deseen abordar. Aquí les sugerimos uno: cada arma que se ha entregado y se ha destruido en el anacrónico programa “Sí al desarme, sí a la paz” es una posible prueba de crímenes sin ser investigados cuya destrucción garantiza la impunidad de quién sabe cuántos delitos y la claudicación para despedir con justicia a quién sabe cuántas víctimas.
Así que con lo que trabajarán los artistas seleccionados serán los símbolos de esos fracasos, de la indolencia y la negligencia de quienes le dieron carpetazo a casos que nunca serán conocidos. Nos gustaría ver obras con esos temas. ¿Dejarán las autoridades que los artistas sean libres para decir lo que quieran? Lo más probable es que veremos bodrios como los que ya se exhiben en el Campo Marte, con figuras contrahechas de cotorras, lobos y representaciones prehispánicas que se mandaron a hacer con el mismo material y retórica insuflada en tiempos de Enrique Peña Nieto. Ni para eso son originales.
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