Por Iván Carrillo*
Hoy, 26 de julio, celebramos el Día Internacional de la Protección del Ecosistema de Manglar. Este extraordinario ecosistema se destaca como uno de los bastiones en la lucha contra el calentamiento de nuestro planeta, gracias a su asombrosa habilidad de absorber CO2 y esconderlo en las costas. Pero esa es solo una entre sus innumerables virtudes.
Los manglares proporcionan una multitud de servicios ecosistémicos, esto es, beneficios palpables tanto para la humanidad como para la madre naturaleza. En sus complejas raíces que se sumergen en las costas, se generan y desarrollan hasta el 80% de las pesquerías globales. Son, además, las defensas naturales más eficientes contra los huracanes y al mismo tiempo, contribuyen a mitigar inundaciones y a regular las temperaturas.
Como me compartió Claudia Teutli, destacada investigadora postdoctoral de la Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Mérida, en una reciente conversación: son ECOSISTEMAS VITALES.
No obstante su relevancia, se libra una verdadera batalla por protegerlos, especialmente del cambio de uso de suelo que los aniquila para reemplazarlos con hoteles "todo incluido", granjas de camarón o plantaciones de palma para extraer el aceite que consumimos inconscientemente en cientos de productos. Cuando esto sucede, despedimos irrevocablemente a estos bosques acuáticos que, como describió acertadamente el biólogo Ezequiel Ezcurra, operan como una especie de epidermis entre el mar y la tierra.
Sin embargo, no todas son malas noticias.
En Chemel, un pueblo pesquero al norte de Yucatán, un proyecto de conservación y restauración de manglares liderado por un grupo de mujeres conocidas como "Las Chemeleras", se ha erigido como un ejemplo de éxito a nivel global.
El cambio llegó cuando un grupo de pescadores rechazó el proyecto de restauración de los manglares locales. Fue entonces cuando estas mujeres se apropiaron no solo de la idea, sino que se pusieron manos a la obra para liderar una restauración que, a pesar de las dificultades culturales y sociales, hoy les ha brindado un propósito y un sentido de pertenencia tan profundo que pasaron de identificarse como amas de casa a “restauradoras”.
Una característica distintiva de este proyecto es que las mujeres han sido las principales defensoras y restauradoras, logrando involucrar progresivamente a toda la comunidad. Claudia destaca cómo la atención al detalle y la dedicación de las mujeres en el cuidado de los árboles han jugado un papel crucial en el éxito del proyecto, demostrando una sensibilidad y compromiso superiores al de sus contrapartes masculinas.
Este triunfo es producto de la relación histórica de las mujeres con la naturaleza. Las Naciones Unidas subrayan que, al recoger agua para cocinar y limpiar, utilizar la tierra para la ganadería, buscar alimento en ríos y arrecifes, y recolectar leña, las mujeres en todo el planeta interactúan y aprovechan los recursos naturales y los ecosistemas diariamente.
Por supuesto, la ciencia también ha jugado un papel esencial en este esfuerzo de restauración, aportando la información técnica necesaria para llevar a cabo la labor. Esto recalca la importancia de la investigación constante y la necesidad de seguir generando conocimiento para continuar con estos esfuerzos.
Sin embargo, una de las grandes pruebas que aún enfrentan Las Chemeleras es generar ingresos a partir del propio manglar. Claudia me relata que están en un proceso de aprendizaje y buscando modelos ecoturísticos que les permitan hacer de esto un proyecto sustentable.
El caso de "Las Chemeleras" es un poderoso testimonio de cómo la comunidad puede desempeñar un papel activo en la conservación del medio ambiente. Más allá de la restauración de los manglares, estas mujeres se han empoderado, han transformado la dinámica de sus familias e inspirado a las generaciones futuras a seguir carreras vinculadas al medio ambiente.
Hoy más que nunca, el mundo necesita a miles de Chemeleras para proteger los manglares y, con ello, salvaguardarnos a nosotros mismos.
* Miembro de la comunidad global de Explorers de National Geographic y conductor de 1.5 grados para salvar al planeta