Por: Micheline Cariño
Indagar el pasado para redirigir el futuro puede parecer una idea contraintuitiva. Pero las lecciones de la historia nos han mostrado su capacidad para explicar la problemática social presente a la luz del pasado, posibilitando orientaciones de lo que podemos construir. Los tres tiempos se entrelazan, complementándose para clarificar quienes somos, de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos como sociedad.
Lo anterior viene a cuento porque hacia 1970 surgió en los Estados Unidos un enfoque de la historia muy significativo para nuestro tiempo: la Historia Ambiental, también llamada Historia Ecológica. Esta perspectiva nos muestra cómo la historia es hija natural de su tiempo. Es esto es: una forma de conocimiento elaborada por un sujeto, generalmente un historiador, que vive en el tiempo presente y que interpreta el pasado desde su realidad.
Al referinos particularmente a la historia ambiental no debe sorprendernos su origen en las últimas décadas del siglo pasado, pues las corrientes historiográficas surgen para comprender mejor la realidad y en este caso coincide con el nacimiento del ambientalismo.
Algo que el historiador Manuel González de Molina expresó de la sigiente manera en 1993 pero dada su vigencia bien podría haber sido la semana pasada: “A la vista de la gravedad de la crisis ambiental, se deberían cuestionar los supuestos teóricos y metodológicos con los que hasta ahora hemos abordado el pasado. El replanteamiento crítico debe partir de una nueva teoría en la que se restituya la unidad entre los seres humanos y la naturaleza”.
El replanteamiento al que se refiere González de Molina ha hecho posible que el análisis histórico colabore con otras ciencias para explicar qué hemos hecho o dejado de hacer como humanidad para encontrarnos en una situación que amenaza la viabilidad a mediano plazo de toda forma de vida, humana y no humana. Simultáneamente, explica el severo impacto que el sistema hegemónico capitalista ha provocado en nuestro planeta al grado de generar su propia era geológica ya conocida como Antropoceno o Capitaloceno.
Un hecho revelador es que en apenas medio siglo la Historia Ambiental ha pasado de ser un enfoque marginal en el campo del conocimiento histórico a convertirse en la corriente más importante y popular de éste. Algo que podría parecer una buena noticia para quienes —como yo— promovemos y difundimos esta forma de historiar. Pero, en realidad, se trata de un signo negativo para la conservación, para el planeta y para la humanidad.
La propagación de esta disciplina se explica porque tanto las consecuencias de la crisis ecológica como la divulgación de éstas son cada vez más intensas. O para decirlo como lo llama el filósofo Jorge Riechmann: el Siglo de la Gran Prueba; que no es otra cosa que la capacidad de superar la crisis civilizatoria o la de colapsar mejor evitando la barbarie.
Uno de los aspectos más preocupantes de esta crisis es, sin duda, la pérdida de biodiversidad. En la Cumbre de Río, en 1992, 168 países firmaron el convenio multilateral que originó la Convención sobre la Diversidad Biológica. Su presupuesto anual asciende a decenas de billones de dólares, a lo que se suman los proyectos para la conservación financiados por gobiernos y organizaciones no gubernamentales.
A pesar de los grandes esfuerzos hechos desde entonces, el estado actual y las trayectorias proyectadas para todos los niveles de biodiversidad —desde la diversidad genética hasta los ecosistemas— son nefastos. Unas 11 000 a 36 000 especies podrían extinguirse cada año y, en gran parte del mundo, la riqueza de especies locales se ha reducido por debajo del umbral necesario para garantizar el mantenimiento a largo plazo de las funciones y los servicios de los ecosistemas.
¿Qué ha fallado para que evitemos lo que ya se conoce como la Sexta extinción masiva? La pregunta nace desesperada en el presente, pero quizá las respuestas solo puedan ser recogidas en el pasado. Para eso debemos echar mano de la historia ambiental.
Investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California Sur y miembro de la Comunidad 1.5