Por Carlos Galindo Leal
Hace unas semanas el Sistema de Aguas de la Ciudad de México informó que la región centro del país está pasando por una sequía histórica. Vienen tiempos difíciles para los millones de habitantes de una ciudad que, paradójicamente, está construida sobre un humedal tan importante que, como escribió Hernán Cortés en su tercera Carta de Relación “es tan grande que no se puede ver su orilla; parece más bien que uno está en el mar, porque sólo se ve agua por todas partes”.
Por supuesto, hoy resulta muy difícil dimensionar a lo que se refería el conquistador pero de Zumpango en el norte a Chalco en el sur hay alrededor de 60 kilómetros de distancia que eran cubiertos por un espejo de agua que la población de Tenochtitlán aprovechaba ampliamente: charales, mexclapiques, chichicuilotes, patos y otras aves acuáticas, ajolotes, ahuautles, entre otros.
Para los antiguos mexicanos las plantas eran igualmente importantes, las chuspatas o tules se utilizaron para hacer petates, canastas, techos y otras plantas acuáticas fueron alimento, como la papa de agua o medicina como las ninfas.
De todo esto solo quedan algunos remanentes altamente deteriorados: Zumpango, Texcoco, Xochimilco y Chalco. Pero a pesar del gran impacto todavía sobreviven muchas especies acuáticas que formaron parte del ensamble original del gran lago.
Durante la década pasada han ido apareciendo en la Ciudad de México, proyectos muy interesantes que intentan, en distinto grado, recrear pequeños humedales. Quizá el más singular y uno de los primeros, es el Ecoducto Parque Lineal Viaducto, ubicado en el Viaducto Piedad e Insurgentes, cerca del cruce con División del Norte.
Allí se extraen aguas negras (bastante turbias) de los entubados ríos de la Piedad y río Becerra con altos niveles de nitrógeno, hierro, fosfatos, detergentes y bacterias coliformes, un coctél digno de un extraterrestre sediento. No obstante, el agua contaminada hace un recorrido por un sistema de sedimentación de sólidos y por dos canales, uno para cada río de 150 metros de ida y se juntan en los 150 metros de regreso. En ese recorrido que pasa por distintos microhumedales, las plantas acuáticas como carrizo, tule, malacote, chichicastle, cebollín, entre otras, van extrayendo los contaminantes, nutrientes, microorganismos patógenos y metales pesados.
Sorprendentemente, al final del viaje y antes de que el agua sea utilizada para regar las jardineras del parque lineal de 1.6 kilómetros, ¡hay pequeños peces viviendo en medio del Viaducto en aguas que estaban completamente contaminadas!
Además del servicio de riego que proporciona el agua limpiada en el Ecoducto y la captación de carbono, el mantenimiento de las jardineras ha resultado en la creación de hábitat para una diversidad de aves, abejas, abejorros, catarinas, mariposas, chapulines, caballitos del diablo y libélulas, lagartijas y muchas plantas, un verdadero oasis urbano. Después de visitar el Ecoducto pensé, “si esto se puede hacer en un espacio tan poco hospitalario y con agua tan contaminada, las posibilidades son ilimitadas”.
La recreación de humedales urbanos es una idea extraordinaria, particularmente en sitios como la Ciudad de México, en donde originalmente los humedales fueron tan relevantes. Estas iniciativas forman parte de una tendencia mundial conocida como “infraestructura verde” o de “soluciones basadas en la naturaleza”, que reconoce que el entendimiento de los procesos ecológicos y su restauración puede tener mejores resultados, de más largo plazo y más económicos que las soluciones ingenieriles tradicionalmente utilizadas que alteran substancialmente estos procesos.
Así han surgido en la misma Ciudad de México varios proyectos como son el humedal artificial del Bosque de San Juan de Aragón; el parque hidroecológico Cuitláhuac en Iztapalapa, desarrollado sobre un tiradero de basura; el humedal del bajo puente de Cuemanco y el humedal construido del Lago Menor de Chapultepec.
Si bien estos humedales artificiales no nos regresarán los grandes lagos, su fauna y su flora y todos sus servicios ambientales, son un paso importante en la dirección correcta. Aún en la Ciudad de México, con su gran densidad poblacional, existen muchas oportunidades de seguir caminando en esta dirección para disminuir los impactos que hemos ejercido en la naturaleza y pueden ser de gran importancia para el mantenimiento de la riqueza biológica.
Pero ojo. Hay que tener en cuenta que la soluciones basadas en la naturaleza consisten en echar a andar procesos que se habían deteriorado o interrumpido. Los procesos ecológicos son dinámicos y en México, además, son altamente estacionales. La apariencia del humedal cambiará estacionalmente y lo que en época de lluvias puede aparentar ser el jardín del Edén, en la temporada de secas tendrá un aspecto muy diferente y quizá no tan atractivo.
Además, con el tiempo los humedales, como otros ecosistemas, pasan por el proceso de la sucesión. A medida que se acumulan los sedimentos, algunas especies ganan y otras pierden y con los años pueden llegar a convertirse en ecosistemas terrestres.
Si queremos mantener cierta composición de plantas y animales y ciertas abundancias es indispensable acompañar estas iniciativas con monitoreo e investigación. Esta es una gran oportunidad para que los grupos académicos colaboren en el entendimiento de estas iniciativas, en lugar de criticarlas antes de darles el beneficio de la duda. También en algunos casos será necesario intervenir para acelerar o desacelerar la sucesión hacia un ecosistema distinto y qué mejor que tratar esas intervenciones como experimentos y aprender de ellos.
Sin duda, la reasignación, rehabilitación o restauración de humedales son iniciativas extraordinarias y deben multiplicarse. Además, coinciden con la propuesta por la Naciones Unidas: “el decenio de la restauración de los ecosistemas (2021-2030)”.
Y, lo más importante, podrían convertirse en una garantía de suministro de agua para el futuro para los habitantes de esta ciudad que alguna vez fue confundida por un gran mar.
Coordinador de Divulgación de la Biodiversidad de la CONABIO y miembro de la Comunidad 1.5