Por Iván Carrillo
Pocas metáforas capturan la crisis de biodiversidad con la precisión y el impacto del ejemplo que nos da el Dr. Gerardo Ceballos, con quien conversé vía Zoom a propósito del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de ecología y biología con el que ha sido galardonado: "Atrás tengo una pared. Si yo quito un ladrillo, la pared sigue funcionando. ¿Pero si empiezo a quitar otro y otro… muchos ladrillos… va a llegar un momento en que jalemos y se colapse. Eso es lo que es enormemente preocupante de esta crisis". En esta imagen, cada ladrillo representa una especie, y su pérdida paulatina subraya la fragilidad de nuestros ecosistemas, una problemática que el investigador del Instituto de Ecología ha estudiado profundamente y que hoy se conoce como la Sexta Extinción Masiva.
Ceballos, junto con otros colegas, logró demostrar que las tasas de extinción actuales son hasta 1,000 veces mayores que las naturales. Pero la agravante es que, a diferencia de otros cataclismos biológicos, en este caso la causa es el ser humano y está sucediendo en muy poco tiempo, en cuestión de décadas.
Desde la década de 1990, Ceballos ha liderado la investigación sobre la crisis de extinción, evaluando de manera sólida y cuantitativa el incremento alarmante de la pérdida de biodiversidad. “Se considera que si no logramos parar esto, podríamos perder el 50 al 60% de todo lo que conocemos a finales de este siglo… Lo que sería terrible”, dice el investigador especializado en la planeación y gestión de reservas naturales.
"La diversidad funciona de acuerdo con dos procesos, extinción y especiación, que hacen que se pierdan especies si las tasas de extinción son mayores, o se ganen si las tasas de especiación son más altas. En esta crisis, además, el problema es que está sucediendo muy rápido. “Es instantánea en tiempos geológicos”, afirma.
El investigador del Instituto de Ecología señala que las causas tienen que ver con la desconexión general de la humanidad con la biodiversidad y los ecosistemas naturales, exacerbada por nuestra tendencia a vivir en zonas urbanas y suburbanas.
“Es una crisis silenciosa, es como un cáncer que invade a una persona y muchas veces no ves las repercusiones hasta que ya es demasiado tarde”, dice.
A pesar de los informes ocasionales sobre la disminución de especies emblemáticas, como la drástica reducción de la población de elefantes desde 1950, la mayoría de las especies en peligro son pequeñas y menos visibles, lo que hace que su extinción pase aún más inadvertida. En este contexto, el asunto más relevante es que la pérdida de especies no es solo un indicador de la salud de nuestros ecosistemas, sino también un reflejo de nuestra relación con el planeta, una que requiere una revisión urgente y profunda si esperamos mantener la estabilidad ecológica y, por extensión, nuestra propia supervivencia.
Periodista de ciencia y panelista de 1.5 grados para salvar al planeta.