Por Karina Espinoza

En una economía planetaria acostumbrada a extraer, explotar y agotar, el buceo recreativo aparece como una anomalía virtuosa. Un nuevo estudio publicado en Cell Reports Sustainability calcula que esta actividad genera entre 8.5 y 20.4 mil millones de dólares anuales en el mundo, sosteniendo más de 124 mil empleos en 170 países. Pero más allá de las cifras, lo verdaderamente revelador es su lógica: para que el buceo exista, el ecosistema debe mantenerse vivo. Es una industria que florece solo si el mar está sano.

La investigación, liderada por el Instituto de Oceanografía Scripps en conjunto con la iniciativa Atlas Aquatica, ofrece por primera vez una medición global del valor económico del buceo. Reunieron datos de más de 11 mil centros en todo el mundo, realizaron encuestas y cruzaron estimaciones con expertos locales. El resultado es contundente: el buceo no solo genera ingresos sustanciales, también crea incentivos directos para conservar los ecosistemas marinos.

En 2021 el buceo generaba en México 725 millones de dólares anuales, (Foto: Octavio Aburto-Oropeza)
En 2021 el buceo generaba en México 725 millones de dólares anuales, (Foto: Octavio Aburto-Oropeza)

México bajo el agua es otra economía

En 2021, el biólogo marino Octavio Aburto-Oropeza ya lo había adelantado en un estudio nacional: el buceo generaba en México 725 millones de dólares anuales, una cifra casi equivalente a lo producido por la pesca industrial en el país. Esta comparación tiene consecuencias políticas de fondo. ¿Por qué insistir en subsidiar actividades extractivas que agotan el mar si existen otras que lo sostienen, diversifican la economía y crean empleos locales?

El 80% del personal en los centros de buceo son residentes locales. Y, a diferencia de muchas otras industrias turísticas, el buceo bien gestionado no reemplaza ecosistemas, los necesita. Por eso, sus operadores se convierten en vigilantes informales de la salud del océano, alertando sobre cambios negativos como el blanqueamiento de corales o la disminución de fauna marina.

Bucear para quedarse

En el caso mexicano, esta actividad también representa una herramienta contra el desarraigo. Como expresó Marina Robles García, subsecretaria de Biodiversidad, el buceo permite que jóvenes de comunidades costeras encuentren medios de vida sostenibles en sus propios territorios, sin depender de empleos temporales ni de migración. Es un modo de conservar el ecosistema y al mismo tiempo la vida social que lo rodea.

Hacia el final del estudio, emerge una idea que resume con precisión el poder transformador del buceo. “El buceo es bastante particular porque te lleva a observar mientras pasas tiempo bajo el agua”, dice Fabio Favoretto, coautor del estudio y cofundador de Atlas Aquatica. “Puedes navegar o surfear sobre un océano muerto, pero los buzos notan si no hay vida: es una actividad completamente dependiente de la salud del ecosistema. Eso es algo positivo para la conservación porque convierte a los buzos en aliados”.

Observar para cuidar. Mirar para entender. En esta ética submarina, el turismo ya no es una amenaza, sino una herramienta. Bucear no se trata solo de entretenimiento, sino de establecer una relación sensorial y política con el mar. Una que exige respeto y ofrece, a cambio, sustento económico y esperanza ambiental.

Atlas Aquatica y la economía azul que sí existe

Consciente de este potencial, la iniciativa Atlas Aquatica busca organizar a los centros de buceo en cooperativas capaces de tener voz política en la gestión marina. En México e Italia ya se están impulsando cooperativas piloto. El objetivo es claro: que el buceo deje de ser un actor marginal y se convierta en pilar de una verdadera economía azul.

Porque sí: hay una economía azul real, sustentable, generadora de empleo y basada en la conservación, no en su retórica. Y está ocurriendo ahora mismo bajo el agua.

En un país con más de 11 mil kilómetros de costa, pensar en el mar solo como frontera o recurso es una renuncia. México podría —si así lo decidiera— ser líder en turismo regenerativo, conservación participativa y desarrollo costero sostenible. No hay que inventar nada: los arrecifes ya están ahí, los jóvenes también, y los datos ahora nos respaldan.

Bucear, entonces, no es solo sumergirse. Es elegir otra forma de estar en el mundo, una que mira, cuida y permanece.

Periodista. Colaboradora para Celsius Media

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