Ing. Héctor González Reza
Coordinador del Comité de Normatividad y Enlace Legislativo del CICM
En nuestro país el agua es un recurso limitado si consideramos que todos los años tenemos un mismo volumen para cada vez más habitantes. Pero además, tres cuartas partes de esa población está concentrada en el centro y norte de la república, regiones que abarcan dos terceras partes del territorio con clima árido y semiárido, por lo que solo disponen del 30 % del agua nacional, mientras que en el sureste tenemos el 70 % del agua y la cuarta parte de la población. Esta situación se agrava con los efectos del cambio climático y sus calamidades como son los huracanes, las inundaciones, las sequías y los incendios forestales.
Esta distribución desigual del recurso genera fuertes presiones sobre nuestros acuíferos, de los que más de 150 están sobreexplotados; es decir, que para poder abastecer a las crecientes zonas urbanas, estamos extrayendo de los pozos mucho más agua de la que se recarga con las lluvias, y aun así son todavía muchas las viviendas que a lo largo y ancho del país no cuentan con servicios de agua potable y drenaje.
También el campo presenta desequilibrios y problemas urgentes de atender. Primero, porque la agricultura consume el 76% del agua nacional, pero solamente la actividad agrícola que dispone de riego y de obras e instalaciones para tal fin, y la superficie beneficiada es apenas la cuarta parte de la tierra cultivada; es decir, la mayor parte del agua es solo para una pequeña parte de la superficie del país; segundo, porque debemos dotar de riego a ese otro campo que depende solo de la lluvia con una parte del agua que actualmente usan quienes ya tienen la infraestructura y las concesiones.
Parte del problema es que en el campo el agua no cuesta, en muchos lugares no se mide cuánto se consume y la energía eléctrica está subsidiada, por lo que “se riega de más“, muy por encima de lo que requieren los cultivos.
También, porque la falta de conservación de la infraestructura ocasiona grandes pérdidas del recurso hídrico.
Es posible ahorrar agua tecnificando el riego y midiendo los caudales que a ello se destinan, para que las cantidades se ajusten a los volúmenes concesionados; esto es, ejecutando obras para que se suministren a la agricultura los volúmenes realmente necesarios sin desperdiciar el agua y para que ésta se aproveche en otras zonas agrícolas y urbanas que la están demandando. También en las ciudades están ya identificadas las acciones y las obras para evitar el desperdicio, las fugas y la contaminación del insustituible líquido.
Solo haciendo un uso responsable y eficiente del agua en las ciudades y en el campo, y construyendo y conservando la infraestructura de almacenamiento como las presas, de conducción como los acueductos y canales, así como rehabilitando las plantas de tratamiento y frenando la sobreexplotación de los acuíferos y la deforestación, estaremos en posibilidades de satisfacer las necesidades sin agotar el recurso.