René Juárez Cisneros fue ejemplar en más de un sentido. Su historia de vida es la de un hombre que se forjó a sí mismo: nacido en una colonia popular de Acapulco, trabajó desde la infancia para superar las condiciones adversas en las que creció. En política, se distinguió como un hombre de Estado, que siempre supo anteponer el interés nacional a cualquier otro; decía que “gobernar es atender lo diverso, aproximar lo distante y conciliar la diferencia”, una convicción que refrendó en cada etapa de su destacada trayectoria.
Su esfuerzo, su lealtad y su talento lo llevaron a ocupar distintas responsabilidades en los tres órdenes de gobierno. Fue presidente municipal de Acapulco y gobernador de Guerrero; en ambos casos, la militancia priista fue quien decidió postularlo como candidato, con su respaldo contundente en las elecciones internas. En la administración pública, se desempeñó como subsecretario de Gobernación del Ejecutivo Federal y como secretario de Planeación y Presupuesto de Guerrero en más de una ocasión, una de ellas durante el gobierno de mi padre, José Francisco Ruiz Massieu.
Sin embargo, quizás uno de los legados más memorables de René está en el Congreso de la Unión, donde lució su faceta como legislador. En el Senado de la República, se le recordará siempre como un parlamentario inteligente y generoso, facilitador del diálogo y la construcción de acuerdos, incluso cuando las posiciones parecían irreconciliables. En la Cámara de Diputados, donde coordinó a la bancada priista durante la LXIV Legislatura, refrendó en cada momento su compromiso de ser una oposición responsable, dispuesta a la concertación, pero nunca a la sumisión.
Como militante del PRI, conoció la responsabilidad de la dirigencia en prácticamente todos los niveles: desde los comités seccionales hasta el Comité Ejecutivo Nacional, donde tuve el privilegio de acompañarlo como Secretaria General, en uno de los momentos más complejos para nuestro partido.
Ante todo, René Juárez fue un hombre de convicciones firmes, que luchaba por ideales y abanderaba principios. Defendió las causas de los sectores sociales menos favorecidos; promovió el reconocimiento de las comunidades afrodescendientes y fue un aliado comprometido con la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
En nuestros días, ante el creciente desprestigio de la política, quien busque un referente de vocación, integridad, congruencia y capacidad –un ejemplo de la buena política–, sin duda puede encontrarlo en René Juárez Cisneros, que encarnó en la vida pública los ideales de toda una tradición: el respeto irrestricto a las leyes y las instituciones, la convivencia armónica al interior de la pluralidad democrática y la conciliación como objetivo fundamental de la política.
Pero la grandeza de su ser político solo es comparable con la excepcionalidad de su ser humano. Fue un compañero solidario, un amigo sincero que nunca dudó en brindar su apoyo, su respaldo y su cariño.
Hoy, querido René, tu partida nos llena de tristeza. Te echaremos de menos como hombre de Estado, como legislador, como compañero de partido; pero, sobre todo, te echaremos de menos en la amistad. Descansa en paz, amigo René Juárez Cisneros.