En la Ciudad de México, la cultura de la legalidad ambiental debe tomar fuerza desde los hogares. A partir del 1 de enero de 2026, la separación de residuos sólidos dejará de ser una recomendación para convertirse en una obligación, lo anterior, con el fin de proteger el medio ambiente y avanzar hacia una Ciudad más sostenible. 

La norma exige que los capitalinos clasifiquen su basura en tres categorías: orgánicos, inorgánicos reciclables e inorgánicos no reciclables. Los residuos orgánicos, como restos de comida y jardinería, se recolectarán los martes, jueves y sábados; los inorgánicos reciclables, como el papel, cartón, vidrio y plástico los lunes y miércoles; y los inorgánicos no reciclables, como los pañales, toallas limpiadoras y las colillas de cigarro, los viernes y domingos; de igual forma se ha señalado que se invertirá en la renovación de los camiones para garantizar con ello la recolección diferenciada en la ciudad. 

Se ha señalado que el objetivo a mediano plazo es reciclar o aprovechar el 50% de las toneladas de basura que diariamente se generan, disminuyendo la carga de los residuos que se depositan en los rellenos sanitarios y las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, se busca que el cascajo limpio pueda  reutilizarse para fabricar adoquines y materiales de construcción, y que los residuos inorgánicos no reciclables se transformen en combustible. 

La participación ciudadana será el corazón de la estrategia, pero dependerá de que las y los trabajadores del servicio de limpia asuman un papel de filtro ineludible, recordemos que son el primer eslabón en la cadena de cumplimiento. Si no se les obliga a rechazar los desperdicios que lleguen en días incorrectos, la medida quedará en buenas intenciones. Sólo con la negativa firme respaldada con una norma visible para las y los vecinos, se podrá consolidar una verdadera cultura del reciclaje; de lo contrario ni las sanciones previstas en el Reglamento de Residuos Sólidos, bastarán para cambiar los hábitos cotidianos. 

La cultura de la legalidad ambiental deberá convertirse en herramienta para alcanzar una ciudad más limpia y ordenada, pero la meta no se alcanzará si la ciudadanía continúa arrojando desperdicios en calles, camellones y jardines. Por otra parte, las personas titulares del gobierno central y de las alcaldías deberán canalizar más recursos públicos en difundir las obligaciones y sanciones y menos en la contaminación del espacio público con su imagen personal. 

Si se implementa la norma de forma eficaz habrá un cambio de paradigma, con el cual podrán construirse cadenas de valor ambiental, en las que cada residuo clasificado será un insumo para la siguiente cadena, la materia inorgánica debe alimentar plantas de composta, para la agricultura urbana y rural y la restante para generar energía y otros materiales; así la cultura de la legalidad ambiental que inicia en el hogar, deberá convertirse en la puerta de ingreso a círculos productivos para conservar los recursos naturales que aseguren un futuro más sostenible para generaciones venideras. 

Es tiempo de mujeres. 

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