Hace apenas unos días, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador anunció junto con el presidente colombiano, Gustavo Petro, que convocarían a una conferencia de líderes Latinoamérica para replantear la política de drogas en la región. “El balance americano, desde Alaska hasta la Patagonia de estos cincuenta años es un desastre”, dijo Petro en conferencia de prensa.
Días después, el mandatario mexicano anunció que viajará a Colombia , posiblemente en enero, para continuar el diálogo sobre el tema con el mandatario colombiano. El objetivo de esta nueva reunión será redefinir la política de drogas en América Latina . “Se tienen que buscar formas más eficaces para enfrentar los problemas del crimen organizado, el narcotráfico y atender las causas, no solo resolver las cosas o tratar de resolver las cosas con medidas coercitivas”, dijo AMLO.
Celebraría las palabras de López Obrador, sin embargo, es difícil creerle a estas alturas. En su Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 se reconoce la necesidad de un cambio pero, lejos de haber transformado la política de drogas durante esta administración, se ha continuado con el prohibicionismo e incluso se ha recrudecido. Esta administración ha lanzado campañas rancias y estigmatizantes en contra de las personas que usan sustancias ilícitas, reducido el presupuesto en materia de tratamientos para personas dependientes, legislado para poder usar la prisión preventiva en delitos de drogas y militarizado, aun más, la persecución de los delitos de drogas. (Estos delitos, por cierto, tienen como principal blanco a jóvenes pobres, muchos de ellos/as usuarios.) Sin importarle las consecuencias de sus dichos, López Obrador ha afirmado desde su mañanera que quienes participan en enfrentamientos son gente “drogada”, abonando así a la estigmatización de usuarios. En materia de cannabis, a pesar de la resolución de la Suprema Corte y de las promesas que hacía Olga Sánchez Cordero, no ha habido cambios y se mantiene la prohibición.
El llamado que hoy hace AMLO, casi al final de su sexenio, recuerda al que en 2012 hizo Felipe Calderón , junto los entonces presidentes de Colombia y Guatemala, Juan Manuel Santos y Otto Pérez, para “revisar el enfoque de la lucha antidrogas”. Ello, a pesar de haber lanzado la guerra contra las drogas que tantos costos humanos ha traído para nuestro país. Su llamado, entonces, como el que hoy hace AMLO, se hace hacia el exterior. Un intento quizás por reparar la imagen dañada por la violencia y el militarismo que marcaron a su gobierno. Mientras que Calderón buscaba mitigar la mala imagen que seis años de guerra y operativos militares habían producido, AMLO busca reafirmarse al exterior como un político de izquierda, a pesar su política conservadora y continuista en materia de drogas. Pero mientras hace campaña al exterior, afirmándose como líder de izquierda, en México los mexicanos y mexicanas seguimos sufriendo las consecuencias de su política coercitiva, militarista y servil a los intereses del país del norte y profundamente moralina.
Lo que le importa al presidente —llámesele Calderón o López Obrador— es su imagen, no los resultados. En esto, sin duda, son iguales. No, señor presidente, no le creo cuando llama a la transformación en política de drogas.