En 1788, bajo el pseudónimo de Brutus, los antifederalistas planteaban los riesgos de tener un ejército nacional permanente en lo que sería la Unión Americana. Aquellos autores estaban en contra de la ratificación de la Constitución americana, pues temían que se creara un gobierno central con demasiado poder, con la posibilidad de aplastar a los estados y, sobre todo, a las libertades individuales. Señalaban los riesgos de dar tanto poder al gobierno nacional y de cómo la centralización robaría a las personas la posibilidad de participar en las decisiones de asuntos locales. En el documento número 20, advertían:
“Siempre he estado, y siempre estaré, en contra de un ejército permanente de cualquier tipo. (…) Son un cuerpo de hombres distinto del cuerpo del pueblo; se rigen por leyes diferentes, y la obediencia ciega, la completa sumisión a las órdenes de su superior es su único principio. Las naciones que nos rodean, señor, ya están esclavizadas, y han sido esclavizadas por esos mismos medios. Por medio de sus ejércitos permanentes han perdido, cada uno, sus libertades. De hecho, es imposible que las libertades del pueblo en cualquier país puedan preservarse donde se mantiene un ejército permanente numeroso. ¿Tomaremos entonces nuestras medidas del ejemplo de nuestros vecinos? No, señor, por el contrario, de sus desgracias debemos aprender a evitar esas rocas en las que se han partido… No significa nada decirme que nuestro ejército está comandado por caballeros que no se puede suponer que se unan a ninguna medida para esclavizar a su país, puede ser así. Tengo una muy buena opinión de muchos caballeros que ahora están en el ejército. Creo que no se unirían a tales medidas; pero sus vidas son inciertas, ni podemos estar seguros de cuánto tiempo se mantendrán al mando... Además, señor, conocemos las pasiones de los hombres, sabemos lo peligroso que es confiar demasiado poder al mejor de los hombres.”
La cita viene a cuenta por el reciente despliegue de militares que se ha dado en Estados Unidos, primero en Washington DC y ahora posiblemente en otras ciudades como Chicago, Illinois, y/o Portland, Oregón, con la supuesta intención de reducir los índices delictivos. Según una reciente encuesta de CBS, casi 60% de las personas afirman estar en contra del despliegue militar interno que se lleva a cabo. Algunas personas piensan que se trata en realidad de un tema político y no de seguridad. No obstante, en este tema, como en otros, la opinión está fuertemente politizada. Según la misma encuesta, 85% de personas que se identifican como republicanos están a favor del despliegue, mientras que 93% de quienes dijeron ser demócratas se oponen. En cualquier caso, la preocupación de los antifederalistas pareciera vigente hoy como hace más de 200 años. Entre las personas que se oponen a la medida, 64% considera que es un riesgo para los derechos y libertades individuales.
Los temores no son infundados, como muestra la experiencia de nuestro país. A casi 20 años del despliegue militar, México es un país más centralizado, menos seguro, con peores capacidades policiales a nivel estatal y municipal. La institución castrense, además, ha pasado por una larga crisis de violaciones a los derechos individuales. Entre 2006 y 2017, las quejas contra la Sedena y en contra de la Semar, aumentaron 128% y 979% respectivamente. Los enfrentamientos y masacres se volvieron parte de lo cotidiano. México fue señalado en cortes internacionales por las graves violaciones cometidas en contra de sus ciudadanos. Sin embargo, el despliegue no paró. Hoy tenemos un ejército abotagado, que controla gran parte del presupuesto y cuenta con un poder pasmoso. Quisiera pensar que la historia de nuestros últimos 20 años México pueden servir para que Estados Unidos no cometa un error igual pero quizás, como advertían los antifederalistas, no aprenderán de las rocas que han partido a sus vecinos.
Doctora en derecho. @cataperezcorrea