El militarismo en México no es algo que comenzó durante este gobierno. La intervención de los militares en tareas de seguridad pública -llevando a cabo destrucción de plantíos ilícitos y decomiso de drogas o la represión de movimientos sociales campesinos- viene de tiempo atrás. En 2006, sin embargo, hubo un quiebre. Frente a unas elecciones fuertemente cuestionadas, Felipe Calderón tomó la decisión de desplegar a miles de soldados como forma de incrementar su popularidad y afianzarse como presidente. El actual gobierno marca un nuevo hito en la relación cívico-militar. Así como el gobierno de Calderón se caracterizó por la guerra contra las drogas y el desbordamiento de la violencia, el de López Obrador será recordado como el de la pérdida del control civil sobre lo militar. Durante su gobierno, los militares no solo se han convertido en la principal institución de seguridad pública en el país, han logrado autonomía presupuestal y en muchos sentidos han suplido a los civiles como administradores de la vida pública.
Desde la perspectiva gubernamental, se dan dos explicaciones para justificar la ampliación de facultades de los militares durante la actual administración. Por un lado, se sostiene que el militarismo es necesario para hacer frente al neoliberalismo. Los militares, según esta visión, permitirán recuperar los bienes y espacios públicos que se habían privatizado. Por otro, se sostiene que el régimen neoliberal es responsable del militarismo, no sólo en México sino también en América Latina. Estas explicaciones son contradictorias y parecen más bien sirven para minimizar la responsabilidad de nuestros gobernantes.
Sobre el primer argumento, darles a los militares funciones civiles -como la administración del Tren Maya, los puertos y aduanas o los aeropuertos-, no pone fin al neoliberalismo; inserta a los militares en la lógica del mercado, convirtiéndolos en agentes que responden a intereses comerciales. El riesgo es que no sea la seguridad de la nación sino incentivos comerciales propios los que guíen sus decisiones. Esto, además sucede en un marco de falta de rendición de cuentas y transparencia que caracteriza el actuar militar.
Sobre la segunda tesis; la historia de América Latina cuenta con numerosos ejemplos de golpes de Estado que han dado paso a juntas militares o regímenes represivos y/o dictatoriales. Solo en la segunda mitad del siglo XX existe más de una docena de ejemplos en el continente y muy pocas excepciones, entre las cuales están México y Costa Rica. Si bien el avance del neoliberalismo está presente en ese periodo histórico, la Guerra Fría y la intervención extranjera parecen tener mayor poder explicativo cuando de golpes militares se trata. Esto no significa que el neoliberalismo no haya jugado parte en varios de los golpes militares o que no existan muchas otras razones para rechazarlo como sistema político económico. Se trata de un sistema que ha resultado en enormes -e injustificables- desigualdades, el despojo de tierras y recursos de comunidades originarias y la devastación del medio ambiente y la diversidad cultural. Pero señalar al neoliberalismo como causa insuperable del militarismo que hoy vivimos, no explica el mismo fenómeno en países que optaron por un régimen comunista o que siendo capitalistas no han vivido juntas militares o dictaduras.
López Obrador pudo revertir lo que hicieron sus antecesores, pero prefirió entregar el poder a los militares. Lo que su gobierno nos está dando no es el fin del neoliberalismo, sino el vaciamiento del Estado civil mexicano.
Profesora investigadora del CIDE.
@cataperezcorrea