Apenas unos días después de aquel 11 de septiembre de 1973, cuando un golpe militar derrocó al gobierno de Salvador Allende, el 23 de septiembre, murió el poeta Pablo Neruda. Recuerdo la foto aérea de su cortejo fúnebre. La dictadura, siempre enemiga de la inteligencia combativa, rodeó con tanques su féretro y a la multitud que lo acompañaba. Sus casas, la de Isla Negra y la de Santiago, fueron saqueadas e inundadas. Sus libros, en un gesto inútil, fueron proscritos. Inútil digo, porque los chilenos (como en Fahrenheit 451) se propusieron, para rescatarlos, memorizar sus versos.

Fue cónsul honorario, escuche usted, en países tan lejanos como Birmania, Java y Singapur. En México, fue cónsul general en 1940. Fue diplomático en países menos lejanos como Francia o Argentina. Aquí palomeó a los que fueron al Congreso de Valencia (convocado por Stalin para formar los frentes populares) y, según me contó Don Luis Enrique Délano, Neruda pensó invitar a Efraín Huerta y optó por Octavio Paz quien, después, prohibió publicar sus poemas “No pasarán” y “A un compañero muerto en el frente de Aragón” (que me sé de memoria).

Su nombre era Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, pero su seudónimo literario de Pablo Neruda fue su nombre legal a partir de diciembre de 1946. Es curioso que Gabriela Mistral, quien lo inició en su oficio de poeta, obtuvo el Premio Nobel en 1945 y él recibió ese reconocimiento en 1977.

Ningún escritor latinoamericano ha sido traducido a tantos idiomas: Hindi, urdú, bengalí, yidish, hebreo, coreano, vietnamita, japonés, árabe, turco, ucraniano, uzhbeco, portugués, eslovaco, georgiano, armenio y, claro, al inglés o francés. Sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada fue traducido al esperanto y a otro idioma de esos hechizos. En 1950, se vendió el ejemplar un millón de sus Veinte poemas…

En sus memorias, Neruda revela que hay dos musas de ese poemario a las que llama y oculta con los nombres de Marisol y Marisombra, una es, precisa, su idilio de provincia, la otra de Santiago y de sus días universitarios. Una de ellas Josefina Azócar, subastó en Sotheby´s los originales, pero ignoro si fue Marisol o Marisombra.

Su “Canto de amor a Stalingrado” sobre la resistencia soviética a la invasión nazi, se difundió pegándose a los postes de luz de la ciudad de México. Su Canto general fue escrito a salto de mata, mientras huía de la persecución gubernamental pasando de casa en casa de compañeros del Partido Comunista. Ahí está su asedio a metáforas de Machu Picchu.

Su primera esposa fue una birmana, la segunda, que apodaban “la hormiguita” fue Delia del Carril, hermana de Hugo del Carril, el cantante de tangos más famoso, luego de Carlos Gardel. A su última pareja y viuda Matilde Urrutia dedica Los versos del capitán, sin que se conozca hasta años después, el autor.

A una mesa redonda, en que leyó sus poemas el gran actor Claudio Obregón, participó Alvaro Bunster, amigo del poeta, quien nos contó que una vez en Roma paseando con Rafael Alberti, el poeta español le dijo “eres un poeta basurero” y al explicar su frase se refirió a las Odas elementales (el preferido de quien esto escribe) en donde, aunque parezca increíble, le hace una oda a las pantuflas, otra a la ensalada, alguna a la alcachofa. Saca belleza de cualquier tema, la “Oda a la cebolla” es uno de los poemas más hermosos que uno pueda leer. En Comiendo en Hungría, escrito al alimón, con otro Nobel, Miguel Ángel Asturias, escribe, en prosa, un (parcial) elogio de los poetas gordos.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS