A menos que tomemos decisiones audaces y transformadoras, el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030 corre serio riesgo. El último informe de la ONU advierte que solo el 15% de las metas globales están en camino de cumplirse, mientras que más del 80% muestran avances escasos, nulos o incluso retrocesos. El ODS 5, centrado en la igualdad de género, no es la excepción: en América Latina y el Caribe, apenas el 25% de sus metas avanzan a un ritmo adecuado, según la CEPAL. La región enfrenta desafíos estructurales como la violencia de género persistente, la baja participación política de las mujeres, profundas brechas económicas y la sobrecarga de trabajo de cuidados no remunerado, que limitan su pleno desarrollo y participación.

La igualdad de género no solo es un derecho humano fundamental; es una estrategia de desarrollo inteligente, urgente y necesaria. Invertir en las mujeres, desde la educación hasta el acceso al financiamiento, la salud y el liderazgo, es una de las formas más eficaces de reducir la pobreza, fortalecer las economías y promover sociedades más justas y resilientes.

La buena noticia es que no todo está perdido. Podemos acelerar el progreso si adoptamos la perspectiva de género como nuestra principal premisa y si comenzamos a invertir en mujeres. En la región este enfoque está ganando fuerza, y en junio, la Ciudad de México será sede de una nueva edición del Gender Lens Investing (GLI) Forum LatAm, un encuentro clave donde inversionistas, empresas y representantes de diversos sectores de la sociedad nos reuniremos para avanzar en soluciones reales. Este espacio no es solo una oportunidad de aprendizaje, es un llamado a la acción.

La inversión con enfoque de género no se trata sólo de financiar negocios liderados por mujeres —aunque eso ya sería revolucionario si consideramos que el 73% de las microempresas lideradas por mujeres carecen del financiamiento necesario para crecer—. Se trata de confiar y apostar por el potencial de las mujeres, tomando decisiones conscientes y dirigidas específicamente a abordar las brechas que siguen existiendo. Esta no es solo una responsabilidad de la comunidad inversora: empresas privadas, el sector público y todos los sectores de la sociedad deben estar a bordo de este barco para lograr un cambio real y sistémico.

En Pro Mujer, llevamos más de 35 años invirtiendo en mujeres. Sabemos que cuando una mujer accede a financiamiento, capacitación o atención médica, no solo mejora su vida, sino la de toda su comunidad. Lo hemos visto en cada rincón de América Latina. Sin embargo, aún queda mucho por hacer.

El informe de la ONU sobre los ODS es contundente: más del 50% de la población mundial no tiene acceso a servicios esenciales de salud. América Latina ocupa el segundo lugar del mundo en número de embarazos adolescentes.

En educación, los avances han sido desiguales: si bien ha crecido la tasa de finalización escolar, aún 84 millones de niños y jóvenes no asistirán a la escuela en 2030. Esto significa que millones de niñas siguen viendo truncado su potencial antes siquiera de haber comenzado.

Y si hablamos de pobreza —el ODS 1—, las mujeres, en particular las que viven en zonas rurales e indígenas, siguen siendo las más afectadas. La pandemia dejó a 670 millones de personas en pobreza extrema y, de no cambiar el rumbo, 575 millones seguirán en esa situación en 2030 y se necesitarán 137 años para erradicarla entre mujeres y niñas, de acuerdo con el último informe de la.

Es hora de dejar de ver la igualdad de género como una meta aislada y comenzar a verla como la clave para alcanzar todos los demás objetivos. No lograremos salud universal, educación de calidad, ni erradicación de la pobreza si no colocamos a las mujeres en el centro del desarrollo.

CEO de Pro Mujer

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