Las cifras no mienten, aunque a veces preferimos ignorarlas o hacernos los que no sabemos. La reciente publicación de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU-INEGI) correspondiente a diciembre de 2024 revela lo que muchos ya sospechábamos y otros tantos sienten en la piel cada día: la inseguridad sigue siendo un espantajo omnipresente en la vida de todos los mexicanos.

Según la ENSU, 62% de la población de 18 años y más considera que vivir en su ciudad es inseguro, un incremento nada menor respecto al trimestre anterior (59%). No es un simple número. Es el reflejo de miles de historias truncadas, de rutinas alteradas, de familias que temen que un simple trayecto al trabajo o a la escuela pueda convertirse en su peor pesadilla. Pero hay más cosas que no podemos ignorar.

Tendencias que inquietan

Las cifras pintan un panorama sombrío en varias ciudades del país. El miedo se multiplica en localidades donde la violencia ha echado raíces profundas. Uruapan alcanzó un preocupante 93% de personas que se sintieron inseguras en tal ciudad, seguido por las residentes de Tuxtla Gutiérrez (92%), Culiacán (91%), y Tapachula (90%). Pero la verdadera sorpresa la dio Villahermosa, que pasó del 78.7% al 95.3% en solo tres meses, convirtiéndose en la ciudad con mayor percepción de inseguridad en el país.

Por otro lado, algunas ciudades registraron una ligera mejoría, aunque la diferencia es mínima. Apodaca redujo su percepción de inseguridad del 42% al 33%, mientras que en Ixtapa-Zihuatanejo bajó del 58% al 48%. Sin embargo, en un país donde la violencia ya es el espejo de la normalidad, incluso estas reducciones no son suficientes para devolver la paz a las calles.

El miedo que dicta la rutina

Hay otra manera de ilustrar lo que es vivir con miedo. Como una dictadura silenciosa que obliga a la población a cambiar sus hábitos. Dos de cada cinco encuestados reportó haber dejado de llevar cosas de valor por temor a ser víctimas de la delincuencia, mientras que tres de cada diez dejaron de caminar de noche en los alrededores de su vivienda. Lo normal se vuelve anormal. No es siquiera paranoia. Es supervivencia.

Las calles tomadas por el delito

Si alguien pensaba que la falta de civilidad era solo una cuestión de percepción, la ENSU desmiente cualquier optimismo ingenuo: 59% de la población atestiguó el consumo de alcohol en las calles, mientras que 41% presenció vandalismo y 38% escuchó disparos frecuentes en los alrededores de su vivienda. No pensé que mi colonia pudiera volverse una película de acción. Es simplemente la realidad mexicana.

Los cajeros automáticos y el transporte público son escenarios donde el miedo se hace tangible. Tome nota porque hay buenos motivos: 69% de la población dijo sentirse insegura en los cajeros ubicados en la vía pública, y 63% en el transporte público. De hecho, más de la mitad de la población adulta urbana tiene miedo en la carretera, en el banco, y en las calles que habitualmente usan. Si vivir de esta manera es lo normal, imagínese lo que nos podría llegar a tocar vivir.

¿Representados por el desánimo?

El otro gran cuestionamiento que emerge de estos datos es la efectividad del gobierno para atender la crisis de seguridad. Si el 31% de los encuestados cree que la delincuencia seguirá igual de mal en los próximos 12 meses, y el 22% teme que empeore, pues imagínese. Si el desánimo fuera partido político, arrasa. No hay confianza. No hay certezas, salvo la certeza del miedo.

La victimización: cifras que representan vidas

Más allá de la percepción, los datos reflejan una cruda realidad: la delincuencia ha dejado una huella tangible en los hogares mexicanos. Durante el segundo semestre de 2024, el 25% de los hogares en México fue víctima de al menos un delito de robo y/o extorsión, lo que equivale a casi 5 millones de hogares afectados. ¡En seis meses!

Si sumamos los fraudes, la cifra asciende a casi el 30% de los hogares (o 5.7 millones de hogares). No se trata solo de estadísticas; detrás de cada número hay una historia de miedo, impotencia y desconfianza en un sistema que parece haber normalizado el crimen como parte del paisaje cotidiano. La violencia no es solo una percepción, es una epidemia que ha tomado por asalto la vida y los bienes de millones.

Conclusión: la inseguridad como condición permanente

Las cifras más recientes de la ENSU son un recordatorio de la pesadilla cotidiana que enfrentan los mexicanos. No hay lugar que se salve. No hay reducto de paz en el mapa. Tanto es así, que, si la inseguridad y el desánimo fueran gobierno, no solo sería reelectos, sino que gobernarían sin oposición. Han conquistado territorios, han impuesto sus propias reglas y han sometido a la población al miedo cotidiano. Cada cifra de la ENSU no es solo un dato impasible, sino el testimonio de millones de mexicanos que han aprendido a vivir con la violencia como si fuera forma de gobierno. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que el miedo y la resignación sean totales? O peor aún, ¿hasta que la inseguridad deje de ser una estadística y se convierta en el único gobierno real que manda en México?

Académico, CentroGeo

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