La Ciudad de México, entre muchas otras, ha impulsado con fuerza y desde hace años, una variedad de acciones tecnológicas en su política pública de seguridad. Es cierto que estos días, cualquier persona despierta (sólo por este simple hecho) sabría que hay demasiada política dentro de la política pública de seguridad. Pero también sabría que la ciudad ha destinado muchos de nuestros recursos a impulsar estrategias tecnológicas en materia de prevención situacional del delito. Entre ellas, la estrategia más antigua y más onerosa, es la de las cámaras de videovigilancia, la cual además de servir en tareas de prevención, también sirve en la investigación de delitos.

Esta estrategia preventiva inició en la CDMX entre 2006 y 2007 y prosigue a la fecha. Es una estrategia muy popular. Hace unos meses se anunció la instalación de 18,500 nuevas cámaras este 2019. La instalación de nuevas cámaras y la renovación de cámaras obsoletas también proseguirá el año entrante. Inclusive se dijo que se instalarían cámaras en trolebuses (hasta seis cámaras por unidad). ¿El monto total de esta inversión? Mil millones de pesos. ¿Mucho dinero? Sí. Mucho.

La buena noticia es que esta inversión no es superflua. Las cámaras no hacen milagros, pero bien operadas, sí sirven. A reserva de evaluar la experiencia de la CDMX en este respecto, un estudio reciente (Piza et al., 2019) que revisa un total de 76 evaluaciones de impacto de las cámaras de videovigilancia en el crimen en 9 diferentes países, encuentra una “modesta y significativa reducción” en la incidencia delictiva. Es decir, que no son la pócima mágica, ni tampoco sirven por sí solas, pero sí contribuyen a prevenir y reducir el delito. ¿Cuánto redujeron el crimen? Un 13% comparando áreas con cámaras vs. áreas sin cámaras de videovigilancia. Pero en detalle, el estudio encontró que el efecto más notorio y consistente de las cámaras en la reducción del crimen aparece en aquellas que han sido ubicadas en estacionamientos, seguidas por aquellas ubicadas en áreas residenciales. Pero en cuanto al transporte público y complejos habitacionales, no se encontró evidencia de un efecto en la reducción de delitos. Y por tipo de delito, el estudio reporta que las cámaras logran sus mayores efectos en reducir la comisión de delitos de drogas, el robo de vehículos y autopartes, y de otros robos en general (en ese orden). La mala noticia, y es que tenía que haber alguna, es que no se encontró un efecto en relación con delitos con violencia. Tal parece, como ya hemos visto en semanas recientes, que a los violentos no les importa aparecer en cámara, con o sin máscara. En este sentido, por analogía, es posible que tampoco prevengan la comisión de actos vandálicos contra bienes públicos y privados, sobretodo visto los incentivos que ofrece la actual política de seguridad del “no caeremos en provocaciones”. Pero considerando el exiguo estado filosófico y operativo de las políticas de seguridad estos días (militarización, incumplimiento de la ley por el mismo Estado, etc.) si las cámaras nos pueden ayudar a protegernos de algunos delitos no violentos, en estacionamientos o cerca de la vivienda, pues bienvenida sea esta inversión.

Corolario: tenemos un nuevo secretario de seguridad en la ciudad. Su éxito es el de todos. Por lo que habrá que apoyarle. Una forma de hacerlo, desde el ámbito de lo político, es dándole más de 10 meses para ofrecer buenos resultados. El funcionario que tenga oídos, oiga esto sobre lo que Damocles vio colgando por encima de su cabeza: todos los puestos son temporales, pero ningún secretario de seguridad, que yo sepa al menos, ha dado buenos resultados, evidenciables, en sólo 10 meses.


Investigador (SNI-3). Centro de Investigación
en Ciencias de Información Geoespacial
(CentroGeo). @cjvilalta

Google News

TEMAS RELACIONADOS