El juicio de Ismael “Mayo” Zambada en Estados Unidos no es simplemente la historia de un capo que por casi medio siglo se mantuvo intocable. Es, en realidad, un juicio contra el Estado mexicano.
Cada testimonio y cada revelación que aparece en la corte de Nueva York exhiben lo que hemos sabido, tolerado y normalizado: la corrupción y la impunidad son pilares de un sistema político que permitió —y sigue permitiendo— la existencia de un poder criminal paralelo.
“Durante 50 años he dirigido una gran red criminal. Desde el principio y hasta el momento de mi captura he pagado sobornos a policías, militares y políticos en México”, declaró el capo.
Que Zambada se encuentre hoy frente a un jurado estadounidense debería avergonzarnos. No porque se esté haciendo justicia en otro país, sino porque México nunca fue capaz de hacerlo. Este criminal fue el fantasma que todos veían, pero nadie encontraba. Esa impunidad solo puede explicarse por complicidad institucional.
Durante años, la narrativa oficial lo presentó como una figura casi mítica: invisible, intocable, inalcanzable. La verdad es mucho más brutal. Su permanencia en libertad no fue producto de un talento sobrenatural, sino de un entramado —dicho por él mismo— de protección que lo acompañó permanentemente.
Cada administración, sin importar su signo partidista, coexistió con él y lo toleró. Pero lo que nunca ocurrió fue lo esencial: que el Estado mexicano se atreviera a llevarlo a juicio.
Las declaraciones escuchadas la semana pasada son demoledoras. Este sujeto no solo corrompió a funcionarios en el pasado remoto: pagó sobornos hasta el año pasado. Eso significa que, mientras en México se acumulaban miles de asesinatos cada mes producto de la violencia criminal, al mismo tiempo se seguían repartiendo sobornos a quienes debían combatirlo.
Y aquí hay que ser claros: no se trata de unos cuantos funcionarios traidores. Se trata del Estado. Sí, del Estado. Una red de complicidades que atraviesa toda la vida pública mexicana. Presidentes, gobernadores, militares, fiscales, policías: el alcance de estas revelaciones demuestra que el narcotráfico no es un actor externo, sino un socio silencioso que lo ha infiltrado desde sus cimientos.
El juicio nos obliga a reconocer una verdad incómoda: sin el Estado mexicano, el narcotráfico no habría alcanzado la dimensión que tiene hoy. Y fue necesario que Estados Unidos procesara a Zambada para que escucháramos de viva voz estas verdades.
La paradoja es brutal. La corte de Nueva York juzga a un capo y, de manera indirecta, a todo el sistema que lo protegió. Lo que se está ventilando es el ADN de la política mexicana.
Lo más grave es que este es un fracaso colectivo, producto de varias generaciones de personajes de toda índole que hicieron del pacto con el narco una herramienta de poder.
Y la sociedad también se acostumbró a que la corrupción fuera parte inevitable del paisaje, sabiendo que el dinero criminal financiaba campañas, partidos y proyectos. Asumimos que la ley era negociable a cambio de una Pax Narca.
Este es el México de Zambada: un país donde la corrupción se convirtió en la regla operativa y en donde la impunidad se volvió tan natural que ya ni siquiera sorprende.
El cuestionamiento es inevitable: ¿seremos capaces de romper este ciclo? ¿O simplemente veremos caer a un capo más, mientras el sistema que lo hizo posible permanece intacto?
Si algo demuestra este proceso es que el verdadero juicio es el de México contra sí mismo. Mientras no enfrentemos esa realidad, lo que está en juego es la credibilidad de un país entero. Al igual que la de la presente administración.
Porque, al final, el juicio de El Mayo no condena a un hombre. Desnuda la condena al Estado mexicano.
POSTDATA – Acorde al presidente Bukele, El Salvador ha acumulado 1,000 días (no consecutivos) sin homicidios desde 2019. Insight Crime confirma tasas de homicidio a 2.4 por cada 100 mil habitantes. En México, terminamos el 2024 con una tasa de 25.6. No condono el modelo salvadoreño, pero no cabe duda de que, a grandes males, grandes remedios.
Analista de temas de seguridad. @CarlosSeoaneN

