México enfrenta una situación insostenible en términos de seguridad y violencia, una que tiene un costo directo del 3.36% del Producto Interno Bruto (PIB), de acuerdo con datos recientes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La magnitud del impacto económico es devastadora, no solo en términos de las pérdidas directas que genera, sino en el estancamiento del desarrollo, la reducción de la inversión y la falta de oportunidades.
No nos engañemos, la violencia es un impuesto oculto que los mexicanos pagamos diariamente.
La cifra, reflejo de las pérdidas que sufre el país, podría aún ser solo la punta del iceberg. El BID señala que, en los municipios con alta actividad criminal, la productividad empresarial y las oportunidades de expansión son limitadas. Cada punto porcentual de incremento en la incidencia de robos reduce en 0.9 puntos la probabilidad de expansión de las empresas.
Además, la inversión extranjera directa (IED), fundamental para sectores clave como servicios financieros, comercio y agricultura, se ve afectada. Estos datos reflejan un círculo vicioso en el cual la falta de seguridad obstaculiza la economía, y la falta de crecimiento económico fomenta la inseguridad y la actividad criminal.
Por si fuera poco, el debilitamiento de la cooperación internacional en términos de seguridad ha empeorado la situación. El embajador de Estados Unidos declaró recientemente que la estrategia (si es que así se le puede llamar) de “abrazos, no balazos" había sido un fracaso rotundo. Esto, ha deteriorado las relaciones diplomáticas y obstaculizará los esfuerzos para combatir el crimen organizado transnacional que afecta ambos lados de la frontera.
La situación es aún más alarmante cuando analizamos los patrones de violencia en ciertas regiones del país. En el estado de Guerrero, en particular, los cárteles han consolidado su control territorial y político. Recientemente, el grupo criminal conocido como "Los Ardillos" dejó en claro su capacidad de operar con impunidad, al secuestrar y asesinar brutalmente a 11 personas, incluidos menores, en la región de Chilapa.
La respuesta de las autoridades ha sido, por decir lo menos, insuficiente. La gobernadora Evelyn Salgado (al igual que su papá, senador de la República) parece más preocupada por su imagen y por los actos públicos que por enfrentar la brutal inseguridad que azota a su estado.
Estos hechos son solo una muestra de la ola de violencia que ha sacudido al país en las últimas semanas. Masacres en Querétaro, el Estado de México, San Luis Potosí y Guerrero, ocurridas en un solo fin de semana, evidencian el patrón de violencia sin control que enfrentamos. Tan solo en la primera quincena de noviembre se contabilizan 1,110 asesinatos en las cifras oficiales.
¿Y qué implica esto para nuestro futuro? Como señala el BID, México se encuentra en una encrucijada en la que el crimen y la violencia no solo erosionan nuestra seguridad, sino que también debilitan nuestra tan cacareada soberanía.
Pareciera que la clase política no se da cuenta que el ver a nuestro territorio fragmentado y sometido a la voluntad de los criminales y sufrir una economía golpeada por la falta de inversión nacional y/o extranjera son, en esencia, una renuncia a la soberanía nacional.
Por otro lado, Estados Unidos, con el regreso de Donald Trump, ha endurecido su postura. Con figuras como Marco Rubio (secretario de Estado) y Tom Homan (zar de la frontera), promotores de políticas de mano dura, se vislumbra un futuro complicado para las relaciones bilaterales en términos de seguridad y migración.
La presente administración ha trazado un cambio de rumbo, pero el tiempo corre. México necesita recuperar el control del territorio perdido. La cooperación con Estados Unidos no es una alternativa…¡es una necesidad! Ignorar esta realidad solo profundizará el aislamiento y el impacto de la violencia en nuestra sociedad y nuestros bolsillos.
En conclusión, la violencia no solo cobra vidas, sino también oportunidades, desarrollo y prosperidad. La seguridad no debe politizarse, el precio de ignorar esta realidad será nada menos que devastador.
POSTDATA – Tom Honan, el ya mencionado zar fronterizo, declaró que Trump tratará a las cárteles como a ISIS y “los borrará de la faz de la tierra”. Para esto “se necesitarán las operaciones especiales y la inteligencia de Estados Unidos para rastrear a estos tipos”. Me pregunto qué porcentaje de nuestra población apoyaría esta declaración.
Consultor en seguridad y manejo de crisis
@CarlosSeoaneN