Hace un mes, un grupo integrado por nueve de mis compañer@s de lucha escalaron la controvertida Estela de luz en el Paseo de la Reforma para dar a ese monumento el mejor uso que podría tener: alzar la voz frente a la injusticia. Con mucho valor y cuidado, durante horas se valieron de sus arneses y cuerdas hasta que alcanzaron los setenta metros de altura. Desde ahí desplegaron una manta de dimensión espectacular. Mostraba la imagen de un jaguar rugiendo ante una selva en llamas. El mensaje dirigido a la Semarnat fue claro: La Selva Maya grita. El cielo estaba despejado. Se vio lejos en la ciudad, en el país, y en otros también.
Apenas la mañana anterior, la titular de dicha dependencia, Alicia Bárcena, se encontraba en Nueva York participando en la apertura de la Semana del Clima, uno de los eventos climáticos más importantes del mundo. Desde ese lugar hizo un llamado internacional para dejar atrás los modelos extractivistas. La zanja entre el discurso y la realidad no pudo ser más honda. Aún estando frente a las cámaras de medios nacionales e internacionales en la Estela de Luz, recibimos una invitación para ser atendidos en las oficinas gubernamentales. Al fin.
Llevábamos meses y meses pidiéndoles reuniones, que nos escucharan. A principios del año les propusimos que vieran antes que nadie nuestro documental “Voces de la Selva Maya” en sus propias instalaciones. Queríamos hablar sobre la apabullante devastación y el ecocidio que esa pieza narra visualmente, con testimonios de las propias comunidades afectadas. Nos ignoraron. ¿Qué cosas hay que hacer hoy en día para que las autoridades cumplan con su obligación de atender una petición o reclamo ciudadano?
Como no estaba en el país, la Secretaria Bárcena instruyó que nos recibiera una veintena de personas funcionarias de distintas dependencias ambientales federales. Nos informaron sobre el trabajo que llevan a cabo en la península. Lo hicieron con todo y camarógrafo para más tarde publicar que estaban atendiendo nuestro reclamo. Acordamos instalar mesas de trabajo que aún están pendientes.
Ahora bien, viene la parte complicada. Una cosa es que nos saquen fotos bonitas en sus oficinas, sentados en una gran mesa a veintiún pisos de altura, y otra muy distinta es que de verdad estemos alcanzando acuerdos para proteger el pulmón verde de este país, el segundo del continente junto con el Amazonas. Este es el punto toral y tiene una alta complejidad.
En ese sentido, lo primero que queremos ver es voluntad política y un compromiso claro de que vamos hacia la misma dirección, blindar esa selva, lo cual sin dudas es ambicioso pero necesario. Y para lograrlo, en el espacio de deliberación que les estamos solicitando, deben sentarse los tres niveles de gobierno con quienes están luchando por la selva y el territorio, quienes conocen con base científica lo que pasa, y quienes tienen propuestas, algunas de ellas llevan tiempo empolvadas en el cajón de los altos escritorios del Estado.
Debe quedar claro que no nos vamos a conformar con sesiones informativas. Lo que estamos buscando es un Acuerdo grande, sólido y trascendente, que ponga límites a la barbarie a la que está expuesta esa región tan rica en vida pero tan vulnerable ante la ambición lucrativa y sin límites de los desarrolladores inmobiliarios, de las industrias agropecuarias, de la lógica del turismo de masas y sus mega hoteles, articuladas todas por un tren que ahora también es de carga, militarizado, y a todas luces extractivo. En conjunto, este monstruo está arrasando el hogar del jaguar y un mundo de especies amenazadas o en peligro de extinción. Se vale de una difusa ilusión que enuncian hasta la náusea como “desarrollo”.
En este sentido, el gobierno de Claudia Sheinbaum tiene una oportunidad histórica. Ojalá que así lo vean. Restaurar, proteger y cuidar también genera empleos y oportunidades importantes para que la gente progrese sin necesidad de sacrificar su entorno natural. Vamos a ver hasta dónde las palabras se ponen en el actuar de este gobierno una vez que el espacio de trabajo inicie. Estaremos dando a conocer los pormenores de cómo avanza, y también si no lo hace, desde luego.
Necesitamos que la gente mire hacia el Sur y nos preste sus ojos y su apoyo. Nuestra campaña se llama “México al grito de ¡Selva!” Y seguiremos gritando hasta que la Selva Maya esté blindada del asedio que amenaza su existencia.