Mientras escribo estas líneas, en la ruta del Tren Maya se encuentra operando una empresa que a cambio de un pago millonario por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional, se encarga de capturar a lo que ellos consideran como “fauna nociva”, es decir, a los jaguares, venados, tapires, monos araña, aves, reptiles y otras especies que osen acercarse al terreno del que el tren los ha despojado dentro de su propio hábitat.
De acuerdo con este contrato, que en días recientes se hizo público, la fauna debe ser atrapada y reubicada mediante un tenebroso kit que incluye jeringas, anestésicos, rifles y pistolas de dardos calmantes, redes, trampas y jaulas de todo tamaño, ganchos, costales, y hasta cohetes para espantarlos con el ruido, pero también se habla del manejo y sacrificio de cadáveres para aquellos animales que irremediablemente mueran atropellados por el tren.
Ante la abrupta reacción ciudadana que ha sido enérgica y reprobatoria, la Semarnat contesta que van a vigilar el manejo que se dé a la fauna en la ruta del Tren Maya, es decir, que el desplazamiento de la fauna va porque va. Y es que aunque se menciona la vigilancia por parte de la Profepa y el cumplimiento de normativas, no se proponen soluciones específicas para evitar la fragmentación de ecosistemas que el tren ya está ocasionando, un problema estructural que va más allá del manejo de fauna.
La Semarnat menciona también la creación del Área de Protección de Flora y Fauna Jaguar como un aspecto positivo, pero ¿verdaderamente logra compensar los daños ocasionados en corredores biológicos ya fragmentados por las obras del Tren Maya? ¿Y qué pasa con las zonas de desplazamiento vital que las especies requieren para su reproducción? Aunque se asegura la protección de especies como jaguares y tapires, las prácticas reportadas, como ahuyentamiento con trampas y pirotecnia, claramente contradicen este objetivo.
Más allá de resolver las preocupaciones ambientales de fondo, estamos frente a una falta de claridad sobre cómo garantizarán la protección efectiva de la fauna de la región. ¿O es que las trampas, las redes y los dardos anestésicos llegaron para quedarse?
Aún hay muchos pendientes sin resolver respecto a las alertas que la ciudadanía y personas expertas han hecho desde que el tren fue anunciado, así como obras de mitigación para permitir un mejor desplazamiento de la fauna que no han sido implementadas. Tenemos a la vista la necesidad de un espacio permanente en el que gobierno, ciudadanía y comunidades unan esfuerzos para proteger el pulmón verde de México y toda la vida que este alberga.
Campañista por la Selva Maya en Greenpeace