El pasado 18 de diciembre del 2020, se llevó a cabo el Foro Ciudadano “Tijuana, tierra de migrantes”, en el marco del Día Internacional del Migrante. En la reunión estuvo presente Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación; Bertha Alicia Caraveo Camarena, Senadora Presidenta de la Comisión de Asuntos Fronterizos y Migración del Senado de la República; además de los funcionarios estatales allegados a los proyectos migratorios del Gobierno de Baja California, y los representantes de las sociedad civil, que nutrieron con propuestas concisas esta reunión a favor de los migrantes en México.

Un día después del Foro Ciudadano, el Congreso de Baja California aprobó la Ley para la Atención, Protección de los Derechos y Apoyo a las Personas Migrantes en Baja California; un logro mayúsculo que da fe de la exhaustiva labor que hemos llevado a cabo a lo largo de los años en la región noroeste de nuestro país, a favor de las familias que arriban a Tijuana de todas partes del mundo. Así pues, reproduzco aquí las palabras de mi intervención en el Foro Ciudadano del cual fui orgullosamente coordinador general:

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Tijuana, esta singular tierra de retos, de sueños y generosidad, donde inicia nuestra patria, es también una “Ciudad Santuario” para nuestros hermanos migrantes que arriban a esta frontera en búsqueda franca de una mejor vida. En búsqueda de la paz y el bienestar que la estabilidad de nuestro país puede brindarles. Aquí se fortalecen los lazos amistad entre culturas y se tejen las ilusiones que renuevan la identidad de México.

Nuestro Nobel, Octavio Paz, hombre crítico que durante su vida peregrinó por el mundo nos heredó esta reflexión que podríamos tallar en piedra “la libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces”. Si tuviera que definir a México diría que somos una cultura “libre” porque tenemos raíces profundas que nos hermanan y nos dan pertenencia; somos el rostro gentil perfilado a lo largo de siglos por la herencia indígena, europea, africana, asiática y eslava que corre por nuestras venas. Somos la representación de la pluralidad racial donde la xenofobia y el desprecio no tienen cabida.

La historia de la humanidad es también la historia de la migración: es el éxodo de las mujeres y los hombres de una tierra a otra, de un páramo a un valle; del desierto al bosque y viceversa. Es la historia de la lengua y sus significados que desatan guerras y hermanan naciones.

“Los migrantes han fortalecido la trama de nuestra sociedad y cultura”, declaró John F. Kennedy, cuando los conflictos raciales se acentuaban entre blancos y negros en Estados Unidos, en el auge de la Guerra de Vietnam. Hoy, reconozco el esfuerzo histórico del presidente Kennedy por intentar unir a su patria a partir del discurso de la cultura como el pilar del país de “la tierra de los libres”. El presidente le dio al mundo una lección humana y política que no debería olvidarse en la actualidad.

El siglo que inicia dejó su pronta marca en nuestra memoria y en la historia de la humanidad por la emergencia sanitaria que vivimos; nos presenta retos ambientales y tecnológicos que las próximas generaciones deberán atender con emergencia. El cambio climático provocará un éxodo masivo de comunidades que migrarán entre regiones para salvaguardar su existencia política y social. México, al ser la puerta de entrada al país vecino del norte, deberá prepararse para recibir las olas migratorias ocasionadas por las emergencias climáticas de los distintos territorios del orbe.

Ante este escenario probable, debemos trabajar de manera transversal entre la sociedad civil y el gobierno para atender esta problemática posible. No debemos olvidar que el futuro es el lugar donde viviremos el resto de nuestros días.

¿Qué significa que Tijuana sea un santuario para migrantes? No existe una respuesta concreta para el cuestionamiento que necesitaría de las mentes brillantes de la academia, para ayudarnos a entender la posición histórica de Tijuana ante el fenómeno migratorio. Durante la última década, los migrantes allende las fronteras tradicionales de Latinoamérica arriban a México desde Haití y África; mujeres, niños y hombres que ante la imposibilidad de recibir el asilo estadounidense o no concretar su cruce ilegal, se integran a la sociedad fronteriza sumando a la identidad regional.

Tijuana se une, desde México, a la lista de “Ciudades Santuario” en Estados Unidos que protegen los derechos de los migrantes. Hablamos de Los Ángeles, San Diego, Chicago, Nueva York, Boston, Dallas, Denver y Miami, entre otras, que se encuentran en guerra latente con el presidente Donald Trump que pretende, a la fecha, deportar en masa a los residentes ilegales a lo largo y ancho del país, que son el motor de la economía regional.

México, por su parte, atendiendo a la diplomacia bilateral del presidente Andrés Manuel López Obrador, hizo de su frontera sur un muro migratorio para salvaguardar la seguridad nacional estadounidense que no logró detener el flujo de migrantes hacia la franja norte del país, donde radican miles de familias sudamericanas sin destino. Un problema hiriente de derechos humanos, que corresponde a los tres niveles de gobierno solucionar en compañía de la sociedad civil.

Cuando el señor gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, me honró con la invitación para organizar este foro ciudadano; también me invitó a reflexionar acerca de mi deber social frente a la problemática migratoria nacional, que afecta a Baja California y en especial a la ciudad de Tijuana.

Hoy se cumplen, por cierto, dos décadas de la celebración del Día Internacional del Migrante instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en diciembre del año 2000; y con profundo dolor digo que los migrantes en el mundo, aquellos que cruzan el estrecho del Gibraltar o naufragan en las cosas adriáticas, mueren sin nombre y se pierden para siempre en las estadísticas que poco importan.

No reparo en las cifras porque éstas no tienen nombre ni rostro y no apelan a la humanidad. Me interesa hablar de aquello que puedo nombrar y sentir porque es parte de mi naturaleza. Hablar de migrantes se vuelve impersonal sobre todo cuando considero que todos somos migrantes y merecemos los mismos derechos, además de un trato digno… y repito: Digno.

México acogió en el siglo XX a los refugiados españoles que huyeron de la Guerra Civil; a lo judíos exiliados por los conflictos europeos; a los rusos que escaparon del estalinismo. Familias que forman parte activa de nuestra sociedad como las mujeres, niños y hombres que arriban de todo el orbe a Tijuana, oasis de libertad. No basta con nombrar como “Santuario” a una ciudad para que la sociedad y la clase política cumpla en apariencia con su deber. ¿Cuáles son las obligaciones que nos atañen?

En el marco de este Foro Ciudadano los invito a trabajar unidos para encontrar las soluciones tangibles en beneficio de los grupos de personas extranjeras y vulnerables que forman parte de nuestra sociedad tanto en México como en Baja California.

Me alejo del protocolo para decirles que confío en las propuestas y soluciones que saldrán de este encuentro de amistad, porque son las vías que fortalecerán el progreso de nuestras comunidades multiculturales. Creo en la posibilidad de mejorar este mundo a través de acciones concisas que revolucionen el deber moral y ético de la sociedad.

Abraham Lincoln, uno de los grandes promotores de la migración en Estados Unidos, declaró que “uno no puede escapar a la responsabilidad del mañana, evadiéndola hoy”. Así pues, no volteemos la mirada cuando el muro está frente a nosotros.

Para finalizar retomo las palabras de Ban Ki-Moon, ex Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, “la migración es una expresión de la aspiración humana a la dignidad, la seguridad y un futuro mejor. Es parte del tejido social, parte de nuestra propia composición como familia”.

Queridas amigas y amigos, admirados líderes de nuestra comunidad que, con apoyo o no del gobierno, siempre actúan a favor de la gente; y señores empresarios lo invito a sentar las bases de un gran proyecto de inclusión nacional donde nadie pierda su nombre ni la dignidad, donde nadie pierda la sonrisa que surge de la libertad.

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