El amor y la política son dos rutas fraguadas entre sí, que se nutren y generan grandes cambios, grandes revueltas, grandes, por supuesto memorias. “ El amor y la política son las dos grandes figuras del compromiso social. La política es el entusiasmo con un colectivo; y el amor es el entusiasmo entre dos personas ”, declaraba el francés Alain Badiou, nada mal para retratar la metáfora entre el poder y las pasiones del alma, mucho que pensar: ¿dónde las pasiones y dónde el alma?

“Querido tocayo, quiero que conozcas al amor de mi vida”, me anunció Carlos Torres, previo a su tradicional saludo por celular en el verano del 2018, poco después del triunfo del señor presidente, el licenciado Andrés Manuel López Obrador. La cena de nuestro encuentro se pactó, lo recuerdo, para el mes de agosto. Aquella fue una velada inolvidable e irrepetible, la recuerdo con gusto, en extremo agradable. Ambos, la pareja que hoy describo, arribaron felices, tomados de la mano, un par esplendoroso, enamorado y con miradas luminosas que llenaban de misterio la escena.

“Tocayo te presento a mi novia: Marina del Pilar Ávila Olmeda”, confesó Carlos. “Qué gusto, encantado y a tus pies, Marina”, contesté de inmediato como el tipo rudo y no por eso menos delicado que soy, a la manera de James Stewart en Vértigo, de Alfred Hitchcock. Ella, la del nombre oceánico, me desarmó al instante con esa sonrisa radiante que le caracteriza, que le abre las puertas del mundo, los espacios del pueblo y el lugar del corazón; su carisma es tal y su sencillez tan franca que estoy seguro jamás la perderá ni se perderá, pues es su esencia y fortaleza. Es una mujer única, pensé.

A su ahora marido, Carlos Torres, lo conozco prácticamente de toda la vida, al igual que a su familia y particularmente a Rocío su hermana con quien he compartido la vida desde nuestra afortunada infancia. Con Carlos me une una amistad que me honra. Hemos tenido la oportunidad de colaborar juntos por nuestra tierra, por el amor que sentimos por ésta. En distintas etapas lo he visto conjugar sus pasiones con la vida política y yo, como crítico observador, he seguido la huella fecunda que ha dejado a lo largo de su vida.

Dejaré a Carlos en paz y continuaré con Marina… cuando la conocí era Diputada Federal electa, a escasos días de tomar posesión del cargo. En ese momento jamás imaginé que tendría el enorme privilegio de trabajar con ella y de recibir su incondicional apoyo y guía. Meses después de nuestro encuentro, dio inicio de la transición política más relevante de México en el nuevo siglo. Todos estábamos emocionados, y así seguimos, por el arribo de la Cuarta Transformación y con ella los cambios inminentes por demás necesarios para el país.

Retomando la vereda narrativa: existe un viejo axioma en política que dice “uno no se hace amigo de un gobernador o gobernadora, o lo eres previo al cargo o difícilmente lo serás ”. Así pues, no es la primera vez que escribo de gobernadores de Baja California, amigos míos; hablé en su momento de Don Milton Castellanos, Don Óscar Baylón, Don Ernesto Ruffo, Don Guadalupe Osuna y Don Héctor Terán, todos, para mí, hombres que realizaron acciones positivas en nuestra entidad [a mí no me corresponde juzgar, esa es la labor del tiempo que bien se conjuga con la historia]. Y escribí sobre ellos una vez que concluyeron sus respectivos mandatos, de suyo los cinco aparecen en mi libro Los Dones I. Así, este momento que estamos por vivir me otorga la oportunidad de escribir hoy sábado lo que siento respecto a la señora Marina del Pilar Ávila Olmeda, toda vez que el día de mañana 31 de octubre se llevará a cabo su toma de protesta como gobernadora de Baja California, lo que nos llena de una gran esperanza y particular alegría. Ahora quiero concentrarme en la legisladora y posterior Alcaldesa.

Desde los primeros días de la LXIV Legislatura, Ávila Olmeda, destacó por su entusiasmo y trabajo permanente dentro de su bancada, pero sobre todo sin olvidar su origen, su tierra: Mexicali, donde jamás dejó de estar presente intentando atraer recursos y apoyo constante. Esto le valió que, a los pocos meses, fuera designada por su partido para contender por la Presidencia Municipal de la capital de Baja California. Fue en ese momento cuando me conquistó como a todas y todos nuestros paisanos. Así, entre mediados del 2018 y hasta mediados del 2020 [sin olvidar el marasmo de la pandemia desde marzo de ese año], debemos habernos reunido una media docena de veces, cuando mucho. Pero, cuando toque su puerta a partir de junio del 2020, empezamos a trabajar tanto ella como su equipo de forma íntegra, eficiente y productiva.

A partir del segundo semestre de ese año, organizamos una serie de actividades que parecían imposibles, puesto que todos estábamos recluidos por la pandemia. Todos insistieron en que fuera cual fuese el evento que deseábamos llevar a cabo, se diera de forma sólo virtual. No obstante, gracias al liderazgo y a la decisión de Marina, pudimos resolver nuestros eventos de forma puntual y exitosa. Así, juntos trabajamos en llevar a cabo el Encuentro Nacional de Turismo, la Celebración Internacional del Día del Migrante y la presentación, en la fabulosa Casa de Cultura de Mexicali, de los libros Los Dones I y II. De este último y conmovedor evento destaca la figura heráldica de un Don Quijote que generosa, Marina, me regaló después de su bello mensaje.

A propósito de mi último libro Las Doñas, algunos Dones y otros amores , obra que con gran ilusión espero sea presentada por nuestra protagonista en cuanto tome posesión, trataré de hacer un breve análisis de las mujeres, DAMAS todas con mayúsculas, que han gobernado las entidades federativas en nuestro País. La primera, la precursora, fue la inolvidable Doña Griselda Álvarez Ponce de León ( COL 79/85 ), que lo primero que declaró al asumir el cargo fue: “llego en el estado civil ideal ..... Soy viuda”. Esto sucedió a prácticamente un cuarto de siglo después de que las mujeres pudieran votar y ser votadas a partir del 3 de julio de 1955. Evidentemente no la conocí personalmente pero mucho la seguí y más la leí, me enorgullecían desde entonces las posibilidades de que un día México podría ser presidido por una mujer.

Desde ese momento histórico a la fecha, he tenido el privilegio de conocer aunque brevemente a las ocho siguientes mandatarias, por cierto todas grandes gobernadoras, varias de ellas hoy más vigentes que nunca. Las describo cronológicamente: Doña Beatriz Paredes (TLX 87/92 ), Doña Dulce María Sauri (YUC 91/93), Doña Rosario Robles (DF 99/00), Doña Amalia García (ZAC 04/10), Doña Ivonne Ortega (YUC 07/12), Doña Claudia Pavlovich (SON 15/21), Doña Martha Alonso, quien falleció días previos a su entrada (PUB 24/12/18) y Doña Claudia Sheinbaum (CDMX 18/24). Y agrego a esta pléyade de ilustres nombres las cuatro que coincidirán con Marina en tiempos de mandato hasta el 2027: Doña Indira Vizcaíno (COL), Doña Lorena Cuéllar (TLX), Doña Evelyn Salgado (GRO) y Doña María Campos (CHI). Todas ellas grandes mujeres que llevarán a buen puerto, por supuesto, el futuro de su tierra y el presente de nuestro país.

Así:

Hasta hoy, querida amiga, Marina del Pilar Ávila Olmeda y remarco el “hasta hoy” te llamaré Marina, pues a partir de este día serás para tú servidor: la señora gobernadora, como respetuosamente me dirigiré a tu persona mientras lleves en tus manos el destino de nuestra bendita tierra. Y dicho esto, te auguro el mejor gobierno de nuestra joven historia, tú vocación de servicio, tú educación y formación, tu familia, pero sobre todo tu estado de “gracia” al rendir protesta, con un bebe en tus entrañas, son signos magníficos e incandescentes para asegurar que así sea. Como bajacaliforniano cuentas incondicionalmente con mi apoyo y con mi persona, lucharé con todas mis fuerzas a tu lado para darle el brillo y la luz que se merece nuestra patria chica, nuestra amada Baja California.

Para ti también, Marina, mi querida ya Gobernadora, estas palabras de Jacinda Arden, Primera Ministra de Nueva Zelanda: “Pienso y reflexiono mucho sobre las cosas y evalúo constantemente si estoy haciendo lo suficiente o qué debería hacer más para asegurarme de que no estoy defraudando a nadie”. Y la mejor forma de no defraudar a nadie es crear un gobierno abierto sin mezquindades, que no deba favores porque los dolidos siempre serán piedras que si bien no derrumban hacen tropezar a los caminantes. ¿dónde las pasiones y dónde el alma?

Hasta siempre, buen fin.

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