Recordé su increíble figura a finales del año pasado cuando lo vi por televisión en la entrega del premio Nobel de la Paz. Me refiero al incomparable periodista ruso Dmitry Murátov, director general del periódico Nóvaya Gazeta de mayor tiraje en el mundo (haré una precisión al respecto líneas abajo), un medio tan trascendente e importante en ese inexplicable país llamado Rusia, por demás extraño para este escribiente. Región del mundo que no conozco y que no me nace visitar, al igual que “la” China, como dice un querido y admirado amigo colombiano, repito "la" China, y sé sinceramente a que se refiere. Aclaro a todo esto, no es que me afecten de manera real los conceptos “socialistas/comunistas”. Pertenezco a la generación en la que quiso implementarlo el presidente Luis Echeverría a partir de la escuela primaria y, gracias a mi formación familiar, jamás hubiera progresado dicha ideología en mí.
Conocer a Dmitry fue una experiencia de vida. Lo encontré en el imborrable noviembre del 2007. En ese tiempo conviví durante más de diez días, no sólo con él, sino además con lo más granado del periodismo internacional, profesionales que se reúnen anualmente en Nueva York para premiar y reconocer a las y los periodistas más valientes, así de sencillo, de los cinco continentes. En el particular caso de la Nóvaya Gazeta seis de sus periodistas han muerto asesinados desde la fundación del medio, el primero de abril del año 1993. Han perdido la vida: la reconocida Anna Politkóvskaya, cuya vida inspiró una película, Anastasia Babúrova y Natalia Estemirova, entre otros, durante las últimas dos décadas en las que ha estado presente la figura de Vladímir Putin. Este conteo es doloroso y terrible, sobre para un directorio periodístico rodeado de cruces donde aparecen como propietarios Alekzánder Lébedev y Mijaíl Gorbachov y, como aguerrido fundador, el gigante Dmitry Murátov.
El frío de la temporada neoyorquina no podía afectar de la enriquecedora experiencia de ver a los cinco titanes continentales que cargaban la ilustre antorcha de la libertad de prensa, con la triste ausencia del representante chino que permanecía preso por el régimen que no le permitió acudir al encuentro y, sin embargo, en diversos espacios fue el más aplaudido y ovacionado durante la mágica comparecencia en la capital mundial de la casa del New York Times, New York Post, The Wall Street Journal además de las televisoras CNN, CBS y ABC; ni qué decir de las principales agencias de información como Reuters, AFP y Bloomberg, entre otras. Los homenajeados del momento fueron tratados como héroes y heroínas en toda su justa dimensión.
Gracias a la espléndida guía del Comité de Protección a Periodistas de los Estados Unidos de Norteamérica [The Committee to Protect Journalists (CPJ)], con sede en Nueva York, la ceremonia se llevó a cabo en el salón principal del maravilloso hotel Waldorf Astoria, encabezada por los dos mil periodistas más relevantes del orbe. La conducción de esa noche estuvo a cargo del legendario Walter Cronkite, quizá el periodista más reconocido y famoso de la televisión estadounidense, desde que dio a conocer la muerte del presidente John Fitzgerald Kennedy, precisando la hora exacta de su fallecimiento en Dallas, Texas. Esa noche en particular el convivio y la camaradería se podía sentir a flor de piel por el desbordado cariño que los colegas ofrecieron a los premiados con manifestaciones elocuentes y sinceras con los sendos rostros sonrientes que estamos acostumbrados a ver en televisión todos los días.
Quien realmente atrajo la atención de todos fue el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, con quien dialogué durante unos breves minutos y nos deslumbró a todos por su sencillez. Aquella ocasión lo acompañaba su señora esposa; cabe mencionar que en el evento también participaban más de un centenar de embajadores de todos los rincones del mundo.
Señalaba al inicio de esta entrega que, el Nóvaya Gazeta, es el periódico con mayor tiraje en el mundo, que se publica regularmente los días lunes, miércoles y viernes a lo largo y ancho de Rusia. El número de ejemplares distribuidos alcanza un promedio de casi tres millones. Para darnos una idea, les comparto algunos números de memoria comentados en su mayoría con los directivos de algunos medios periodísticos mexicanos, las cifras les sorprenderán como a mí: en el 2007 los impresos estaban en boga, previa llegada y afianzamiento del mundo digital, en esas fechas, por ejemplo, nuestra casa editorial El Universal (siempre el más grande del País), publicaba alrededor de 130 mil ejemplares por día. Su más cercano competidor el Reforma, no llegaba a 100 mil ejemplares. De los otros medios nacionales ninguno llegaba a las 25 mil unidades diarias.
Algunos casos curiosos son, por ejemplo, el de la revista Proceso con sus casi 50 mil ejemplares y el Semanario Zeta de Baja California (medio regional), con un tiraje que promedia 30 mil ejemplares, dicho sea de paso, este periódico se imprime en Estados Unidos, donde los tres principales medios como The Wall Street Journal supera los dos millones de ejemplares y, respectivamente el USA Today y el New York Times, imprimen más de millón y medio de unidades. Hoy, sin lugar a dudas, aunque hay quienes añoramos el papel, recibimos las noticias vía tabletas electrónicas o el celular. Sin embargo, el papel no ha sido superado ni ocurrirá, el ejercicio de lectura jamás será el misma…
Aquel año, a mi regreso a México, tuve un encuentro realmente enriquecedor, que nunca podré olvidar. Tuve el privilegio de ser recibido en la Colonia Roma, en la calle de San Luis Potosí, en la oficina más famosa del vecindario, por el licenciado Andrés Manuel López Obrador. Ese no fue mi primer encuentro con él. Algún día tendré la fortuna de narrar mis acercamientos con uno de los hombres que más admiro y respeto. En ese encuentro, como en todos, la conversación fue como aleccionadora, simpática, elocuente y sobre todo rica en información. Me concentraré en narrar lo siguiente:
El ahora señor presidente, contento me mostró uno de los primeros ejemplares de su máximo órgano de difusión que recién arrancaba: Regeneración, proyecto que tenía como propósito llegar a dos millones de lectores, en esos días ya se acercaba al millón. Podría ser quizá uno de los más grandes del mundo en algún momento, más que asegurarme me pregunto: “A ver Carlos, a ti qué te encantan los medios y sus números, me ayudas y los revisamos juntos”, me dijo en ese tono de voz tan carismático con que se expresa sin perder nunca la sonrisa.
Imaginarán queridas amigas, apreciados amigos, el rollo que le “tiré” de mi reciente visita a Nueva York, además de mencionarle los números del Nóvaya Gazeta, debo suponer que hoy esos números han crecido, eso espero. Para concluir, quiero precisar que el periódico que más se imprime y vende en el mundo es el japonés Yomiuri Shimbun, con un tiraje que sobrepasa los 14 millones de ejemplares diariamente. Es el gran ejemplo a seguir de una sociedad moderna e interesada en la información, algo a lo que debemos a aspirar todos los seres humanos.
Finalmente, lo que más nostalgia me despierta al haber tenido el honor de conocer al premio Nobel de la Paz 2021, Dmitry Murátov, fue el reto que me lanzó la última noche que nos vimos, para enfrascarnos en una competencia de la que salimos empatados, después de bebernos en el penthouse de la agencia Reuters, él una botella de tequila completa y yo una de vodka, lo que nos permitió salir abrazados caminando por la gran manzana.
Los dejo con esta reflexión que podemos aplicar a cada gobernante del mundo. Dice Murátov: “Apoyo sinceramente a Putin en su llamamiento a la paz en Ucrania, pero esta atmósfera de violencia y veneno en el país es también su responsabilidad”.
La paz y la violencia, todo pesa sobre nuestros gobernantes… sobre todo la libertad de expresión que nadie jamás puede quitarnos, y que es cosecha que muchos desean arrebatarnos.
Hasta siempre, buen fin.