“¿Es este el final de la historia? ¿Una especie de suspiro? ¿El último temblor de una ola?… Pero, si no hay historias, ¿qué final puede haber, qué principio? Quizás la vida no sea apta para el tratamiento que le damos, cuando intentamos contarla”
Las olas, VIRGINIA WOOLF
Cuando iniciamos esta serie de entregas con el ilusionado propósito de promover las presentaciones del libro Narrar nuestro tiempo. Diplomacia, literatura y periodismo jamás imaginamos la espléndida respuesta que obtendríamos con los generosos comentarios y parabienes, lo cual agradecemos monumentalmente.
Como recordarán queridas amigas, apreciados amigos, distinguidos lectores, en la columna anterior comentamos sobre los geniales don John F. Kennedy, don Winston Churchill, don Jorge Luis Borges y don Carlos Fuentes en su luminosa coincidencia con las distintas disciplinas que titulan nuestra obra. El día de hoy daremos un giro muy sensible hacia ocho damas en particular que homenajeamos en el libro −no son las únicas− que por distintas razones marcaron la vida del escribiente.
Las enlisto como vienen publicadas de forma cronológica, si me permiten y me hacen el favor, usaré el Doña con mayúscula, en primer lugar, porque bien lo merecen y en segundo lugar porque además de divertirme lo hago cariñosamente para enfadar a mi gordito editor y compadre Hugo Alfredo Hinojosa Diaz.
Iniciamos con Doña Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor (a quien felizmente acabo de abrazar en un fosforescente evento cultural en pleno corazón de Coyoacán en la CDMX), princesa por nacimiento, mexicana de puro corazón. Seguimos con Doña María de los Ángeles Mastretta Guzmán (que con su ópera prima Arráncame la vida, marcó a mi generación e igualmente a las siguientes dos) poblana universal.
En seguida, Doña María Guadalupe Loaeza y Tovar que presidió el evento cultural celebrado en Coyoacán, citado líneas arriba, en honor del escritor tijuanense −mi querido compadre− Don Pedro Ochoa Palacio, que presentó magistralmente su primer libro, con el memorable título de Y muy tarde comprendí de la inolvidable pieza del “Divo de Juárez”; por cierto, “la niña bien” de la sociedad mexicana nos recibió en su residencia al día siguiente con un mole exquisito, que perdurará en nuestro paladar eternamente, mejor anfitriona imposible, no me cansaré de recordarlo y agradecerlo.
Continuamos con Doña María del Rosario Gloria Green Macías (la conocí en Tijuana, nuestro rincón de la patria, cuando nos visitó como titular de la Cancillería en 1999, teniendo la doble fortuna de reencontrarme con ella en 2001 siendo senadora de la República y presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores) dejando una larga estela de éxitos antes de su partida terrenal.
Resaltamos especialmente a Doña Hillary Diane Rodham Clinton (incomparable “Madame Secretary”, como se le llama a la secretaria de Estado de la Unión Americana), a la que escuché embelesado en Washington D. C., en el emblemático museo Newseum −Museo de las Noticias− una nevada noche de diciembre del año 2012.
Antes de concluir esta entrega cerraré con tres amigas entrañables de mi bendita tierra con las que me unen lazos extraordinarios de vida, trabajo y agradecimiento de las que ya les platicaré la próxima semana, porque para variar la presente ya se alargó. Las iniciales de las majestuosas damas son las siguientes; Doña Dora Elena Cortés Juárez, Doña Guadalupe Kirarte Domínguez y Doña Carolina Aubanel Riedel (madrina en infinidad de aspectos de mi amada esposa GEMY y su servidor) por cierto, a las tres queridas periodistas les rogaré, y espero convencerlas, para que encabecen la ceremonia de presentación de nuestra entrega literaria en el mes de abril del próximo año en nuestra adorada Tijuana, en la península de Baja California… Continuará.
Hasta siempre, buen fin.