¡Pero si no puede ser
lo vi con mis propios ojos
y no lo puedo creer!
¿Sabe usted una cosa, mare?
¡Hoy ha muerto Manolete
en la plaza de Linares!

“Elegía a Manolete”

Salvador Ruíz de Luna

Me encantaría conocer Linares en España, que más que un gran lugar, que sin la menor duda seguramente lo es, como todas las poblaciones de la madre patria, la grandeza de algunos de sus oriundos trasciende las fronteras y ha obsequiado artistas al mundo de talla universal.

Era yo un niño cuando escuché por primera vez la “Elegía a Manolete” que perdió la vida en la plaza de Linares un lejano 28 de agosto del año 1947, en el cenit de su gigantesca pero breve carrera, con apenas 30 años de edad y 8 como la máxima figura taurina del último siglo.

Quien la declamó y cantó fue mi añorado tío Carlos Canto Jorge −gran aficionado práctico−, ya en la gloria del señor, al igual que Manuel Rodríguez “Manolete”; después de escuchar la elegía, mi papá, me explicó lo que significaba, su historia y sus alcances en mi incipiente pasión por el mundo de los toros. Esto sucedió a finales de la década de 1960, y lo que más se grabó en mi mente fue el nombre de Linares.

Esta ciudad ha generado monumentales toreros de la más alta categoría, como Curro Vázquez, Curro Díaz y Sebastián “Palomo” Linares (al final, en la añoranza les contaré una anécdota de “Palomo” que tiene que ver con los mexicanos); además de uno de los cantantes hispanohablantes de mayor trayectoria a nivel global −sin menoscabo de ningún otro−: Raphael, al que acabamos de disfrutar plenamente mi amada GEMY y el escribiente el pasado 21 de septiembre en Alicante, curiosamente en la plaza de toros de esta encantadora población, que se volcó entusiasta a vitorear al “Ruiseñor de Linares”.

Don Miguel Rafael Martos Sánchez (Linares, Jaén, 5 de mayo de 1943), mejor conocido como Raphael, con 81 años a cuestas −sigue siendo aquel− entre el amplio repertorio que desplegó esa mágica noche incluyó, por supuesto, todos sus éxitos remasterizados, modernizados deliciosamente, sin embargo, lo más inesperado, lo que básicamente me conmovió, y más me sorprendió, fue escucharlo cantar −a la luz de la luna− boleros clásicos mexicanos en el siguiente orden: “Adoro” del inmortal maestro yucateco don Armando Manzanero; “Amor de mis amores” del “Flaco de Oro”, don Agustín Lara; cerrando la terna con el bello tango argentino “Nostalgia” del compositor don Enrique Cadícamo, con música de don Juan Carlos Cobián que, por cierto, nadie jamás lo cantó tan melodiosamente como el añorado don Carlos Gardel.

Se me pierde en la memoria una sentencia que le escuché a no sé quién, que afirmaba con rotunda certeza que Raphael solo cantaba canciones compuestas especial, exclusiva e intrínsecamente para él y solo para él. Mito que se desmorona per se cuando decide grabar una pieza que lo emociona hasta las lágrimas −me gusta pensar− que escuchó en nuestro país en su primera visita, compuesta por nuestro mejor autor de música vernácula: don José Alfredo Jiménez, con el hechizante título de “Corazón, corazón, corazón”, un inolvidable guapango del guanajuatense, que al convertirse en bolero resultó místico, catapultando al oriundo de Dolores Hidalgo, hacia la internacionalización de su música y letras, pero ese será otro cantar en nuestra próxima entrega, porque esta, para variar, ya se alargó, y la quiero cerrar con la “Elegía a Manolete”, como un sentido homenaje al monstruo de Córdoba.

Continuará…

¡Pero si no puede ser

lo vi con mis propios ojos

y no lo puedo creer!

¿Sabe usted una cosa, mare?

¡Hoy ha muerto Manolete

en la plaza de Linares!

Qué momento más tremendo.

Lo he visto morir matando

le he visto matar muriendo.

Fue un torito traicionero

de la raza de Mihura

que le llamaban Islero.

Mucha casta, más bravura.

¡Malhaya sea la fama

de los toros de Mihura!

Pero si no puede ser...

¡lo vi con mis propios ojos

y no lo puedo creer!

¡Linares, Linares!

Enluta tu corazón

con crespones y alamares

que ha muerto de la afición

el pilar de los pilares.

Tiene los ojos cerraos

el mejor de los toreros

también se llama Manuel

lo mismo que el Espartero.

El as de los ases fue

mezcla de gitano y moro

Manolete el cordobés

su vida dejó en un toro.

¡Linares, Linares!

Enluta tu corazón

con crespones y alamares.

Que ha muerto de la afición

el pilar de los pilares.

Pero si no puede ser

¡lo vi con mis propios ojos

y no lo puedo creer!

Añoranza:

A principios de la década de 1970, los vendavales del toreo mexicano, como Eloy Cavazos, Antonio Lomelí y Francisco “Curro” Rivera, hicieron una irrupción explosiva en el mundo taurino de España, de qué tamaño no sería la competencia en Las Ventas de Madrid que el día 22 de mayo de 1972 cuando “Curro” le corta las dos orejas a sus dos toros −cuatro en total−, todo un récord de los últimos tiempos, el juez (presidente le dicen allá) se viste de gloria chauvinista y decide regalarle un discutido rabo, hasta nuestros días, a Sebastián “Palomo” Linares, el último cortado en la célebre plaza de la calle de Alcalá, olé, olé y olé.

Hasta siempre, buen fin.

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