“En el escenario no lloverá, seguro, pero igual corre la sangre, porque voy yo solo, a exponerme y a suicidarme artísticamente si hace falta. Muchos amigos, grandes cantantes que han pregonado mis canciones, se han ofrecido a acompañarme (…). Sólo espero no perder el compás. Padezco del corazón. Me da casi hasta vergüenza decirlo: tengo arritmia, lo peor que le puede pasar a un músico, ser arrítmico. Tanto piano y tanto estudio y tanto conservatorio y, al final, al corazón no puedo meterlo en compás, lo meten las pastillas”, estas palabras del compositor Manuel Alejandro me llenan de alegría, de un sentimiento de vida inexplicable que me agua los ojos y apacigua el corazón, dicho sea de paso, se publicaron hace unos días en “El País Semanal”, el pasado 18 de marzo, como parte de una deliciosa entrevista realizada por la extraordinaria periodista española Luz Sánchez-Mellado, mujer de agitanado duende.
Esa charla impresa parece más una melodía preciosa que pudiera haber escrito el incomparable protagonista entrevistado don Manuel Álvarez-Beigbeder Pérez, conocido universalmente como Manuel Alejandro quien, con más de 90 años y autor de por lo menos 600 composiciones musicales, se apresta para dar un concierto personalísimo el próximo dos de abril en el “Teatro Real” de Madrid donde más que cantar, dice, contará una treintena de sus más inolvidables y reconocidas canciones. Con esa sencillez que te desarma de los verdaderos genios, don Manolo, como cuenta que lo llamaba el inmortal poeta Rafael Alberti, conversa de sus orígenes en la música y cómo a través de la inspiración y educación de su padre, aprendió a enamorarse de las letras, las notas musicales y en particular del piano.
Don Manolo fue el compositor de cabecera del “Divo de Linares”, Raphael, a quien convirtió en una estrella universal y al que tantos clásicos de hoy le compuso como: “Digan lo que Digan”, “Procuro olvidarte”, y “Nada soy sin Laura”, donde acepta que la introducción es literal un pasaje de Schumann. Que un genio tome prestado de otro es por demás un honor. Por cierto, y sólo como anécdota, Raphael aseguraba que sólo interpretaba lo que se componía exclusivamente para él, por supuesto todas las piezas de Manuel Alejandro hasta que escuchó el maravilloso huapango “Corazón, corazón” del genial compositor mexicano José Alfredo Jiménez, que grabó como un bolero y que hizo de José Alfredo un compositor conocido internacionalmente, abriéndole un camino impensable al guanajuatense.
Las letras y pasiones del gran Manuel Alejandro cantaron y cantan todos los grandes intérpretes de habla hispana desde Julio Iglesias hasta Alejandro Sanz, de José José a Emmanuel, Rocío Jurado, Luis Miguel, Jeanette, además de José Luis Rodríguez “el Puma” y el inigualable Plácido Domingo que interpretaron más de una melodía escrita especialmente para ellos. Hoy, con el paso de los años y con la llegada del destino que es propio de la existencia, don Manolo, perdió al amor de su vida; recientemente enviudó de su musa por la que aún llora, por esa mujer que aún lo inspira frente a su teclado… ella: Ana Magdalena (Purificación Casas) le despierta una arritmia que él confiesa, amoratado, por su inalterable corazón que la extrañará eternamente. Como bien apunta en su inmejorable entrega la periodista Sánchez-Mellado, podemos cantar de memoria las más de seiscientas piezas musicales del irrepetible compositor don Manuel Alejandro. Para esta columna, y gracias a la tecnología del Spotify, llevo los últimos días escuchando y cantando sus melodías en el automóvil. Lo digo con orgullo, me sé la mayoría de las canciones de memoria (y francamente no lo sabía), qué delicia y qué maravilla de recuerdos inolvidables se viene a mi corazón al volverlas a sentir, a vivir.
Para el jerezano, nacido el 20 de febrero de 1932, hijo predilecto de Andalucía e igualmente de la provincia de Cádiz, y por supuesto de su natal Jerez de la Frontera, sobran los homenajes. Don Manolo recibió en el año 2014 “La Medalla de Oro” al Mérito de las Bellas Artes de España; merece más aún quizá el Princesa de Asturias, por qué no… ya le fue negado, pero lo merece sin cuestionamientos. Antes de concluir deseo hacerle una pregunta a él o a quien pueda hacerme el favor de responderla, porque por más que investigué, averigüé y busqué, no encontré la respuesta, y me fascina pensar que don Manuel Alejandro tendrá la información:
“A mi manera”, esa pieza celestial que se convirtió en el clásico himno de despedidas festivas para millones de personas en el mundo, inmortalizada por Frank Sinatra, Paul Anka y el propio Raphael, tiene un origen francés, compuesta inicialmente por Claude François y Revaux Jacques titulada en galo como “Comme d’habitude”; pues bien, los derechos de esa melodía fueron adquiridos por Paul Anka quien la tradujo al inglés y la preparó para regalársela al incomparable Sinatra, que la convirtió en su éxito más recordado para cerrar sus conciertos. Con respecto a la versión en español, me gusta pensar (como bien señaló mi amado padre), que la traducción interpretada por el “Divo de Linares” es por supuesto el mejor arreglo de la versión original. Esto es, suponiendo que haya sido rescrita por el incomparable creador don Manuel Alejandro, al que seguiremos cantando hasta el último día de nuestras vidas por su inspiración infinita.
El amor de don Manolo es como estos versos de Alberti: “Cúbreme, amor, el cielo de la boca / con esa arrebatada espuma extrema, / que es jazmín del que sabe y del que quema, / brotado en punta de coral de roca”. Y no podemos vivir sin amor… queridos amigos.
Hasta siempre, buen fin.