No soy un fanático ni seguidor declarado de los Beatles, Bob Dylan, The Rolling Stones, The Doors, Black Sabbath, Fleetwood Mac y Jethro Tull los clásicos de los años sesenta y setenta, de esos creadores que tenían la necesidad de probar cualquier tipo de estupefacientes para salir al escenario, como otros tantos de su época. No soy un seguidor entregado, aclaro como tantos de mi generación; sin embargo jamás desestimaría la grandeza de sus piezas, genialidad y su herencia melódica. Obviamente tengo mis ídolos musicales más por razones sentimentales que de otra índole. Para mí la música siempre ha sido una motivación de sentimientos, de remembranzas y recuerdos.
-Joan Manuel Serrat
Por todo esto, cuando Joan Manuel Serrat anunció su retiro, me hizo repensar el significado de sus letras, cómo y qué sembró, además de cómo nos llegó y nos siguen llegando al corazón las melodías clásicas del maestro e ícono catalán. Independientemente de las más de tres ocasiones que he tenido la oportunidad de verlo en escena, a mis casi sesenta años, reconozco que gran parte del valor de su obra radica en su capacidad para acercarnos a los poetas clásicos de nuestra lengua: Federico García Lorca, Antonio Machado y ni qué decir de la vida que le regresó al compositor argentino Enrique Santos Discépolo creador del inigualable y proverbial tango titulado Cambalache.
Serrat, lo creo, es el rey del Mediterráneo, el representante digno y fiel de una generación de desaliñados greñudos que lograron comerse el mundo. Y lo siguen conquistando, haciendo milagros al apostar por algo que ni ellos creían: ni Joaquín Sabina, ni las mujeres de ambos ídolos, ni Ana Belén, la santa mujer amada por todos, incluido claro está por su propio marido Víctor Manuel, que sabe que fue más suya que de nadie, aunque todos, incluso yo, la amemos. Joan Manuel, si los cantautores de este lado del orbe no se fueron, no se fue Sinatra, Cabral ni Cortez sino hasta que murieron por destino o asesinato, ¿con qué derecho te crees para quitarnos tu arte, cuando aún el gran Tony Bennett, en medio de sus pesares, lo único que no olvida es cantar? No se vale querido amigo y menos si lo haces por mercadotecnia. No se vale, no es necesario y tú me debes entender. Por ti tallados en mis huesos llevo las coplas del tío Alberto y Penélope.
De entre todos, como Joselito El Gallo, que murió sobre la tierra y tablas igual que Caruso, Belmonte que hizo de su cabeza un mar de olvido, tú aún suspiras y nos inspiras a mis hijos, lo harás con mis nietos como lo hiciste con mi abuelo y mi padre. Aprendimos de tus cantares, pues, ¿qué sería de nosotros sin tus coplas y versos robados a los clásicos, qué sería de los clásicos si no les hubieses robado sus letras para hacerlos inmortales? ¡Pues no!, como diría cualquier español y una parte de mí sangre lo es: que no me da la gana que te vayas, que te largues, cuando aún, como Morante, aún te sobra arte, duende y mucho que dar, por Dios.
Leímos que anunciaste con más bombo que platillo que crees tener derecho a irte, a retirarte. Yo preguntaría: ¿realmente tienes esa seriedad necesaria para siquiera intentar abandonarnos? Quédate en este 2022 que apenas inicia, qué te pasa, qué no entiendes que a tus setenta y pico de años deberías de iniciar una retrospectiva profunda de vida. Quedan muchos chavales por aprenderte, debes educarles. Ya no tienes camino, caminante, ¿ya no haremos camino al andar?
Cuando yo a mis sesenta, mi padre y mi madre a sus ochenta, una mujer ahora olvido momentáneo de mi vida en sus treinta [que te ama y tolero el celo], eres camino Joan Manuel como diría Atahualpa Yupanqui a quien sé que conoces: pa' qué, pa' qué, / si a mí no me espera naide, / pa' qué, pa' qué. ¿A dónde vas que más valgas? Si te vas ahora, lo juro, para mí no te vas y para muchos tampoco te irás… Aún tienes mucho camino, por andar, caminante. Cambia las cuerdas de la lira que mi oído y corazón te esperan…