Una cosa lamento, no saber lo qué va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que suceda después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que no cambiaba apenas. Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, pálido, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba.
Luis Buñuel Portolés
Hace poco más de una década, tuve el monumental privilegio de conocer, convivir y conversar largamente con Doña Silvia Pinal. Fueron tres memorables, irrepetibles e inolvidables encuentros.
El primero fue en el restaurante AU PIED de Cochon ubicado en el hotel Presidente Intercontinental de la hoy CDMX, resultando una fosforescente comida en mesa redonda - como las prefiero - donde fui invitado con la advertencia de que no hablara mucho, petición que casi cumplí, 6 entrañables amigos fuimos los convidados para honrar a Doña Silvia.
La segunda ocasión hablé hasta que me canse ya que tuve el alto honor de ser el anfitrión en una cena que me atrevo a bautizar de gala, celebrada en el majestuoso privado del añorado restaurante Le Cirque del Hotel Camino Real de la Ciudad de México, la mesa estaba desbordada de una docena de chispeantes comensales que felices aplaudimos las increíbles anécdotas de la magistral DIVA.
La última vez que la vi, fue un desayuno, nuevamente en el primer lugar citado líneas arriba, llegó radiante, hermosa, con la bella sonrisa que iluminaba su incomparable figura, fuimos únicamente los dos solos, tenía la intención de proponerle la organización de un homenaje en su honor, de ser posible en Bellas Artes, donde finalmente fue recibida en su triste partida hacia la eternidad, dejando una estela luminosa hacia el cielo que hoy la cobija.
Como un sentido homenaje me permito reproducir lo que publiqué en el año 2007 de los 3 incandescentes encuentros ….
ES una de las más grandes estrellas del firmamento de la actuación en nuestro país, con una carrera tan versátil como productiva, además de respetada y admirada por su larga y prolífica trayectoria en el cine, la radio, el teatro y la televisión: la espléndida primera actriz Doña Silvia Pinal Hidalgo.
SU amplio y exitoso desempeño abarca la friolera de más de setenta décadas de trabajo ininterrumpido en prácticamente la totalidad de las artes del campo de la interpretación. Se podría decir que su carrera comienza a mediados de la década de los 40, con tan solo 17 años cumplidos, al actuar en su primer obra teatral gracias a la sabia guía de su esposo –y descubridor– el cubano Don Rafael Banquells. Inmediatamente después es invitada a hacer su debut como actriz en el celuloide en el año de 1949 donde, después de una incipiente participación, pasa a convertirse en pareja romántica de los inolvidables Don Mario Moreno “Cantinflas” y Don Germán Valdez “Tintán” en las memorables películas Puerta Joven y El Rey del Barrio, respectivamente. Concluye su magnífico despegue cinematográfico bajo el cobijo del legendario Don Pedro Infante con la aclamada joya del cine nacional Un rincón cerca del cielo en el año 1952, recibiendo el reconocimiento de la Academia Mexicana, al ser galardonada con el “Ariel” por la mejor coactuación femenina.
FUE en el año 2007, al final de la primavera, cuando recibí la llamada para invitarme a conocer, compartir y comer con la señora Pinal. El convocante y anfitrión era el licenciado Manlio Fabio Beltrones, en aquel entonces presidente del Senado de la República. Resultó una tarde que me marcó enormemente. El convivio, la plática y la cercanía con la norteña estuvo salpicada por su deslumbrante sencillez y su memoria prodigiosa que recuerda la totalidad de los detalles de sus antiguos y elegantes galanes, teniendo para todos ellos, y también para nosotros, solo palabras de chispeante alegría y festividad absoluta.
DOÑA Silvia es una sonorense de pura cepa, nacida un 12 de septiembre del año 1931 en el puerto de Guaymas. Es la menor de cuatro hermanas, hijas de Doña María Luisa Hidalgo –descendiente documentada del “Padre de la Patria”– y del periodista, militar y político Don Luis G. Pinal (padre adoptivo) de quien hereda el ilustre apellido.
DE la genialidad protectora del máximo exponente de Aragón, el cineasta español Don Luis Buñuel, la “Pinal” obtuvo el nivel que la catapultó hacia la internacionalización y la convirtió en una luminaria de talla mundial cuando la seleccionó para ser parte de su inmortal trilogía: Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto, donde la actriz realizó interpretaciones místicas que marcaron inconfundiblemente a la generación de los sesenta. Con casi un centenar de filmaciones, más de dos docenas de participaciones en telenovelas y series de televisión, más de 20 obras de teatro, cuatro “Arieles” ganados, cuatro “Diosas de Plata” obtenidas, Doña Silvia a estas alturas es una verdadera y sólida matriarca. Un ser humano excepcional que ilustra con el ejemplo de la clase personal y del desbordante amor a toda su larga, artística y dotada estirpe conformada por sus hijos Silvia Pasquel, Viridiana Alatriste (+), Alejandra y Luis Enrique Guzmán, que le han dado más de media docena de nietos y varios bisnietos que son su máxima alegría y para todos, sin parangón, existe el brazo protector e incondicional. Además contrajo nupcias cuatro veces, la primera con Don Rafael Banquells, con quien estuvo casada cinco años; luego con
Don Gustavo Alatriste, por siete años; después con Don Enrique Guzmán, por once años; y, finalmente, con Don Tulio Hernández durante 13 años; para ellos sin excepción, solo tiene palabras de alabanzas y recuerdos amorosos.
DOÑA Silvia Pinal es una mujer de acción, plena de calidad y calidez a sus 82 años. Actualmente encabeza el poderoso sindicato de la Asociación Nacional de Actores, la ANDA, donde además del liderazgo, la Diva ejerce un apostolado lleno de bondad y entrega, además de fortaleza y grandeza que en su infinita vigencia nos asegura que luchará para seguir forjando con letras de oro su legado entre los más apreciados histriones de nuestra gran nación.
Añoranza
Interrumpimos brevemente la columna anterior donde introducimos “Narrar nuestro tiempo. Diplomacia. Literatura. Periodismo“, que continuará la próxima semana, era obligatorio honrar el legado de la hoy inmortal Doña Silvia, GRAN DAMA.
Hasta Siempre, Buen Fin.