“Si le hablas a un hombre en un idioma que entiende, eso le llega a la cabeza. Si le hablas en su idioma, eso le llega al corazón”, sabias palabras del inmortal africano Nelson Mandela que me dan la pauta para iniciar esta columna. En la más profunda soledad que de pronto llega por las noches, debo confesarlo, como una explosión me deslumbró y me cegó la necesidad de enaltecer y reconocer a Don Eugenio Carrasco Casillas.
Debo suponer que para algunas y algunos, qué complejo entorno éste en el que se deben cuidar los géneros, puede resultar exagerada mi exaltación. No obstante, y recalco el no obstante, cuando a partir de mi bendita tierra, la hermosa cosmopolita e incomparable Tijuana, la repito con mayúscula TIJUANA, tengo la oportunidad de resaltar a los mejores y mas trascendentales tijuanenses. No puedo callar sino recordar lo aprendido y pasarles, queridas amigas, apreciados lectores, las lecciones.
Don Eugenio Carrasco Casillas es uno de los grandes hombres, hacedores de conocimiento de nuestra región, pluma ágil y mordaz. Él celebra al tiempo que escribo esto, poco más de 65 años como escritor, periodista de televisión, radio y medios escritos, ese bendito oficio que en él es talento y existencia. La escritura es libertad, sobre todo, paciencia y amor. Y dicho esto, recuerdo con curiosidad y cierto asombro cuando le plantó cara a Don Rubén. Ya lo sé, amable leyente, todos y sin miedo lo pienso, dirán: “quién es ese tal Rubén”? Sobre todo aquellos que no entienden o conocen la lógica de mi tierra. Pues bien, me refiero a Don Rubén D. Luna, hombre gallardo, lo es, lo era, representante colosal de mi amada Baja California.
Luego de escribir durante más de seis décadas, Don Eugenio, no deja de sorprender a sus lectores fervientes, que somos todos lo que nos adentramos en las páginas de la célebre revista Campestre. Y justo, fue en ésta – hace unas semanas – que leyendo su artículo editorial, donde lo mismo hace un recuento de fechas maravillosas, que cautivan en letra e idea un poco del tiempo pasado y el presente, lances de tinta que propician que las anécdotas trasciendan en nosotros, descubrí la inspiración para este texto. Muy pronto, durante las próximas semanas llegarán los primeros 40 años de escribir en las páginas de Campestre, y así como José Saramago en su madurez, logró la excelencia. Así el maestro Gene Carrasco sigue cautivando con su gracia.
Me enterneció una editorial de la revista donde hace referencia a la fecha tan nítida y vivida para él, supongo, de la primera ocasión en la que solicitó publicar en un periódico. Y dicho sea de paso: ¿cuántos se atreven y, sobre todo, cuántos sin titubear se plantan de cara y reclaman un sueño a quien sea? Pues bien, Don Eugenio se plantó en su momento a nada más y nada menos que a Don Rubén D Luna (abuelo de mi hermano Ruben Luna Urtega, compañero generacional de la primaria, pillo magistral que tanto nos enseñó), fundador del inolvidable diario El Heraldo de Baja California, primer rotativo vespertino de la región. Esto ocurrió, según entiendo, a mediados del siglo pasado.
La escena debe haber sido exquisita. El hombre, aquel joven Eugenio, y el mar picado, Don Rubén, encuentro de dos fuerzas que se hicieron amigas, cómplices, alumno y maestro fraternos. Estoy seguro de que Don Eugenio sabía que era un extraordinario escritor y que dejaría por siempre una inigualable huella en Tijuana. “Quiero escribir, quiero existir, quiero aportar”, existir….palabra tan profunda que ha marcado generaciones por completo filosóficas, políticas y sobre todo sociales y deportivas en las que nuestro protagonista es excepcional.
La respuesta fue que sí, claro está. Don Eugenio siempre fue y es un hombre que no se cansa. Que no ceja, que grita, persiste, incita y actúa. A sus 87 años, ejemplar tijuanense, actúa con una pasión absoluta por su trabajo, su historia personal es, en muchos aspectos, la historia de Tijuana y la de su maravillosa familia (un vinculo familiar un tanto rebuscado nos une y, sin embargo, me honra plenamente), su preciosa hija Gina: una de las mujeres más hermosas del estado igual que su madre, está casada con Don Ramiro Contreras, hermano de mi adorada tía Yolanda, que en gloría está, y que fue la maravillosa esposa de mi inolvidable tío Ramón Alvarez Fernández, hermano mayor de mi adorada madre, vaya explicación. La fecunda vida de Don Eugenio, que formó una bella familia de la mano de su fina y hermosa esposa Doña Olivia Osornio de Carrasco, que todos los días le envía besos benditos desde el cielo, sus retoños – amigos queridos todos –Gina, Servando (+), Coki, Demi; cuentan ya la friolera de 10 nietos y más de una docena de bisnietos que alegran la vida hermosa del abuelo y acarician su entrañable y distintiva barba.
Hombre de todas las gamas del periodismo desde televisión y radio, ejemplar servidor público que ilustra a varios Presidentes de México, su trabajo llegó al plano internacional donde cosecho todos los laureles, premios y reconocimientos, además de la publicación de libros con gran clase y precisión. Contumáz escritor y narrador, valiente varon y mejor amigo, generoso benefactor y promotor inigualable de nuestra maravillosa frontera binacional, puesto que también cimentó su elegancia en la alta California, como en toda la región.
Don Eugenio “Gene” Carrasco es un hombre de una fortaleza profunda, habla todos los idiomas de los hombres, sin embargo para entenderlo, debe uno hablar su idioma que se reduce a sentimiento y honradez, es el de la verdad y amor por su siempre loable pluma que todo lo atrapa en el tiempo, para beneficio de la posteridad, entrañable forjador de nuestra tierra luminosa. Lo abrazo con respeto monumental por su ejemplo de entrega y valor.
Hasta siempre, buen fin.