De la música, de esos sonidos conjugados con el tiempo tengo mucho que decir. Pero no escribiré nada más aún acerca de eso… y sólo me encamino con lo siguiente: invariablemente, cuando la escucho, no puedo evitar derramar una lágrima. La pieza a la que me refiero aún sin mencionarla, me agita recuerdos y me conmueven sus significados de esperanza, patriotismo etéreo, independencia, valor e ilusión. Edelweiss (en alemán) es su nombre. Al español se traduce como “Flor de las nieves” y es una de las más elocuentes piezas musicales que he escuchado a lo largo de mi vida. Desde que la oí por primera vez, a finales de los años 60, en la melodiosa e inolvidable voz de don Christopher Plummer.

El recio actor de origen canadiense interpreta magistralmente al Capitán Georg Von Trapp, valeroso austriaco, miembro del ejército nacional, que desbordaba orgullo y valentía, pleno de amor, entregado a su perenne patria, en las postrimerías de la invasión del régimen alemán a su hermosa tierra, de la que se convirtió en irreductible defensor en la inolvidable entrega de la cinta The Sound Of Music.

El inconmensurable histrión en esa película es, a la postre, el padre viudo de siete adolescentes, a quienes no puede controlar con su enérgico estilo marcial, por lo que se ve obligado a buscar los servicios de una institutriz −la bella María, Julie Andrews− de la que termina embelesado, y a la que sus hijos acaban por adorar,

después de la interpretación de incandescentes melodías que logran llenar de alegría al espectador con un nostálgico mensaje de amor. En sí la película tiene un final feliz, no sin antes, por supuesto, estar a punto de ser apresados y sometidos; y lo recuerdo, ante un teatro lleno, en pleno corazón del inmortal Festival de Salzburgo, se despide toda la familia con esta impecable expresión musical, acompañados por toda la asistencia que nos marca hasta nuestros días: Edelweiss.

Podría haber abordado esta entrega desde infinidad de ángulos, ninguno tan sensible para mí como el que escogí. Independientemente de que a don Christopher −según detalla en sus memorias−, le tomó más de cuatro décadas reconocer que nunca fue su papel favorito. Este personaje lo colocó en la ruta para convertirse en una fulgurante estrella de cine y, particularmente, de Hollywood. Sin embargo, no sentía mayor aprecio por su trabajo en esa cinta, pues él se consideraba un actor de teatro y del ala más seria posible. Además de que previo a esta película jamás había cantado, paradoja interesante.

Sus más de cien participaciones en películas de todo tipo, estilo y forma, su personalidad imponente, su voz profunda, su clase y figura clásica, le valieron todos los premios, galardones y reconocimientos posibles de su generación. La versatilidad de su trabajo es infinita, los papeles que realizó marcan una travesía histórica para su orgullosa camada, de la que fue ejemplar modelo de caracterización.

Recibió el Oscar de la academia de cine norteamericano, el Emmy, el Globo de Oro, el Tony, el Bafta, el Critic's Choice Award y el SAG, sólo por citar los principales logros, a lo largo de una carrera incomparable y que alcanzó la friolera de casi tres cuartos de siglo.

Los cien largometrajes que engalanan su trayectoria pueden describirse por la universalidad. Yo me quedo con una media docena, mis favoritos. The Sound Of Music, descrito al inicio; The Insider donde interpreta inmejorablemente al gran periodista Mike Wallace, estrella central del programa televisivo más popular durante años de prensa libre: 60 Minutes, presentado por CBS NEWS; The Girl with the Dragon Tattoo, controversial filme que movió a mi generación y en el que realiza una apasionante entrega de un hombre atormentado por la desaparición de su sobrina; All the Money in the World, donde representa a un abuelo, ahora desalmado, que se niega −siendo el hombre más rico del mundo− a pagar el rescate por la vida de su nieto; Begginers −por el que se convirtió, hasta ese momento, en el actor más longevo en obtener el Oscar−, realiza una inmaculada interpretación de un homosexual, con más de ocho décadas de vida, que sale del clóset al enviudar y cambia su entorno diametralmente. Para finalizar, The Last Station, donde ensaya a un León Tolstói por demás sublime, que nos da interioridad con el magistral autor ruso. En lo personal tuvo realmente tres felices y tranquilos matrimonios: con Tammy Grimes su primera y muy joven esposa (1956-1960); la segunda, Patricia Lewis (1962-1967), quien le dio una hija también actriz y; por último, su más larga relación con Elaine Taylor (1970-2021) la que le aportó una gran estabilidad y armonía.

Dejó este mundo el recién pasado 5 de febrero de este 2021, con 91 años de una larga, inolvidable y maravillosa carrera, como un ejemplo para las próximas generaciones, para quienes seguiremos admirándolo y queriéndolo gracias a la magia del cine. Vida eterna, gran y genial don Christopher Plummer, te recordaremos permanentemente... Edelweiss… la cantaré por siempre… aquí la apunto:

Edelweiss
Edelweiss
Cada mañana me saludas
Pequeña y blanca, limpia y brillante
Pareces feliz de conocerme
Flor de nieve que florezcas y crezcas
Florece y crece para siempre
Edelweiss
Edelweiss
Bendice mi patria para siempre
Flor de nieve que florezcas y crezcas
Florece y crece para siempre
Edelweiss
Edelweiss
Bendice mi patria para siempre

Hasta siempre, buen fin.

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