El próximo jueves 18 de mayo la Junta de Gobierno del banco central de México anunciará si cambia o no su tasa objetivo; esta es la tasa de interés que emplea en sus propias transacciones y que en estos días es del orden de 11.25%. Dicha tasa, la que algunos llaman, quizás de manera más ilustrativa, la tasa de referencia, es fundamental en términos económicos.
Esa tasa puede pensarse como el piso a partir del cual todas las demás tasas de interés son determinadas en la economía mexicana. Desde las que se fijan para los préstamos en el caso de, por ejemplo, los créditos automotrices y los hipotecarios, hasta las que ofrecen los instrumentos financieros como, por ejemplo, los Certificados de la Tesorería del Gobierno Federal. A modo de ilustración, este 15 de mayo los CETES con vencimiento de un mes ofrecen alrededor de 0.15% más que la tasa objetivo.
A primera vista parecería extraño que el Banco de México estableciera una tasa tan alta como 11.25%, dado el efecto pernicioso, y en cascada, que tiene sobre el resto de la economía. Pero cuando el banco central juzga que la inflación es alta tiene que hacer algo para cumplir con su único mandato constitucional, la estabilidad de los precios. En otros países ese mandato puede no ser único, por ejemplo en Estados Unidos es dual (controlar la inflación y promover el empleo), pero en el caso del Banco de México no hay otra alternativa.
El instrumento que usa para tratar de abatir la inflación es su tasa objetivo. Al incrementarla espera aminorar el gasto de consumo de las personas y el gasto de inversión de las empresas, para así disminuir el crecimiento de la demanda agregada. Suena brutal la medicina…, y lo es cuando el banco central se excede administrándola.
Es por ello que casi todos los observadores apuestan a que el Banco de México dejará la tasa donde está ahora. La inflación anual sigue yendo a la baja, de un 8.7% en septiembre se ha pasado a un 6.25% en el último registro. Ya hay pues un diferencial de 5% entre la tasa objetivo y la inflación, el cual es francamente elevado (en Estados Unidos es del orden de .35%).
Además, los efectos negativos de esa política monetaria contractiva ya se empiezan a evidenciar, como lo muestran las recientes caídas, todavía leves, en la producción manufacturera, en el consumo de la población, en el ya de por sí débil sector inmobiliario y en el deslucido desempeño que han tenido últimamente las exportaciones. Esto último como una consecuencia indirecta, pues la excesiva fortaleza del peso es ocasionada por esa tasa objetivo tan alta.
Como cuatro de los cinco integrantes de la Junta de Gobierno fueron designados de manera reciente, uno puede entender que hayan buscado legitimarse mostrando que pueden recetar una política monetaria ortodoxa. Pero es muy probable que casi todos ellos ya se inclinen el próximo jueves a poner fin a más incrementos de la tasa objetivo. En todo caso, si quisiera algún miembro de la junta cambiar ese porcentaje del 11.25%, ojalá se inclinara mejor por una reducción de 0.25% y no por un alza. Una medida ciertamente arrojada, pero que podría tener cierto sentido dadas las circunstancias.