Las ocurrencias del presidente Andrés Manuel López Obrador en el sector salud son ya legendarias. La que históricamente será considerada como la más trágica, en términos del consecuente sufrimiento humano, fue, por supuesto, su decisión de desmantelar el Seguro Popular, un sistema nacional de salud pública que, aunque perfectible, funcionó de manera adecuada por dos décadas.
Otra ocurrencia que tuvo para ese sector, ésta inconsecuente por fortuna, fue su declaración de que en este sexenio tendríamos un sistema de salud equiparable al de Dinamarca. Y una más, quizás la más surrealista, fue que en este año el gobierno federal contaría con una farmaciotota que dispondría de todas las medicinas que pudieran requerir los mexicanos. Dado su fracaso posterior, esta idea fue complementada con una más reciente: como no hay dinero para la compra de las medicinas, entonces el IMSS y el ISSSTE harán una coperacha y el siguiente año enviarán las suyas a la farmaciotota.
Ahora bien, las ocurrencias presidenciales en el caso del sector educativo han tenido también consecuencias y han dado mucho de qué hablar. El caso más paradigmático fue la cancelación del Programa de Escuelas de Tiempo Completo. En su último año este programa benefició a 3.6 millones de niños, la mayoría de ellos pertenecientes a las zonas más marginadas del país. Bajo el paraguas de ese programa se les ofrecía a los niños más desfavorecidos horas adicionales de escuela, no sólo para recibir una mejor educación, sino también para que consumieran al mediodía alimentos calientes y para que sus padres tuvieran una mayor flexibilidad laboral.
El programa fue tan apreciado en el mundo que la propia UNICEF, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, lo tomó como modelo. Pero a pesar de su probada eficacia, en Palacio Nacional se decidió cancelarlo. En su lugar se instituyó el programa LEEN (al presidente le gustan los acrónimos mediáticos). Bajo el programa La Escuela Es Nuestra el gobierno da efectivo a las juntas de padres de familia para, supuestamente, mejorar la infraestructura de las escuelas públicas. Sobra añadir que ya desde su primer año la Auditoría Superior de la Federación detectó faltantes de cientos de millones de pesos debido a esa gran idea. Bueno, pero es que los niños no votan y sus papás sí.
Pasando a otro rotundo fracaso, hace unas semanas se liberaron los resultados de PISA, el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, el cual se aplica en muchos países cada tres años a una muestra de jóvenes que terminan secundaria. El puntaje obtenido en el 2022 en las tres áreas que se evalúan, lectura, matemáticas y ciencias, cayó en casi todas partes debido al confinamiento como consecuencia de la pandemia. Pero la caída en el puntaje de los mexicanos fue una de las más pronunciadas: los resultados obtenidos en matemáticas son similares a los alcanzados en 2006.
Para no deprimirse mucho, pues ya estamos en plenas fiestas decembrinas, hay que mencionar sólo de paso la pobrísima calidad de los nuevos libros de texto gratuitos de educación básica. Al aprendizaje de las matemáticas se dedican, por ejemplo, tan solo once páginas el primer año. Y en una gráfica para el quinto año, la Tierra está más alejada del Sol que Júpiter.
Investigador emérito del SNI