Acaban de dar las seis de la mañana y aún está oscuro. El presidente López Obrador, de traje completo, camina cansado, arrastrando un poco los pies, somnoliento y con la cabeza gacha. Así llega y entra a la sala de Palacio Nacional donde se reúne de lunes a viernes a esa hora el gabinete de Seguridad. Los convocados lo reciben de pie. Destacan los militares: el general secretario de la Defensa y el almirante secretario de Marina, impecables. El presidente se sienta sin garbo, coloca un brazo haciendo escuadra sobre el escritorio y recarga la cabeza en su mano. Luce aburrido, aburridísimo. Da la instrucción y empieza el parte de guerra: al mandatario le reportan de ejecuciones, masacres, muertos, fotos que circularon videos que se volvieron virales, en este estado de la República, en este otro, cinco cadáveres aquí, tres allá, ocho acullá, fue este cártel, fue este otro, se pelearon entre tal y cual… Andrés Manuel López Obrador escucha con gesto de tedio y va dando la palabra a cada uno de los funcionarios. Cada vez pregunta menos, cada vez se interesa menos y cada vez se limita más a fungir como moderador de una mesa de sangre.
Esta es la descripción que me han hecho cuatro personas que asisten y han asistido a las reuniones de gabinete de seguridad que el presidente de México convoca antes de salir a su conferencia de prensa matutina. Desde luego cada reunión es distinta, y hay por ahí algún día en el que a López Obrador se le ve con algo de energía, de pronto también un día en que suelta un regaño, pero el común denominador ―me revelan estas fuentes que desde luego piden el anonimato para no enfrentar represalias― es el descrito en el párrafo inicial de esta columna: una aburrida bitácora de sangre. No una deliberación sobre la estrategia o un diseño de ataques y contención, no un cuarto de guerra para definir políticas públicas, no una vibrante mesa para enfrentar el más grave de los problemas del país. Nada de eso. Las fuentes coinciden en que esa reunión en realidad es para que el presidente sepa que pasó y no lo “agarren en curva” si le preguntan algo en la mañanera.
Sin embargo, López Obrador presume esa reunión tediosa e inútil como el eje central de su estrategia contra la violencia récord que sufre el país. Cada que le preguntan si es momento de cambiar la estrategia, si está rebasado, cada que le recuerdan que lleva casi el doble de asesinatos que Peña Nieto y casi el triple que Calderón, responde con la reunión por delante: repite una y otra vez que nunca antes en la historia un gobierno tuvo juntas diarias con el gabinete de seguridad, que nunca antes un gobierno le había dedicado tanto tiempo. Como si esas adormecedoras reuniones de madrugada en las que casi nunca pasa nada hubieran servido para algo.
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