Los campesinos tomaron las armas porque el gobierno no los defiende de los narcos. Hartos de las extorsiones de La Familia Michoacana decidieron enfrentarlos a balazos. Son “pueblo bueno, pueblo sabio”. No son fifís, fachos ni conservas. No son machuchones, corruptos, traficantes de influencias ni perdieron sus privilegios porque nunca los han tenido. Son campesinos. Son los que tendrían que estar felices por Sembrando Vida. Por la Pensión para Adultos Mayores. Por las Becas del Bienestar. Pero no están felices. Los narcos los tienen sometidos y el gobierno los tiene abandonados. Los narcos les suben cada día más la cuota de la extorsión, el derecho de piso. Y el gobierno permite a los narcos que cobren y actúen a sus anchas porque no se mete con ellos, porque la estrategia es no confrontar, porque ahí donde manda el narco curiosamente siempre gana Morena. Así que el gobierno da abrazos a los narcos. Y los narcos dan balazos a los campesinos. Hasta que un día, los campesinos de Texcaltitlán, Estado de México, dijeron ya basta. Y estuvieron dispuestos a dar su vida para hacer lo que el presidente no quiere hacer: enfrentar a los criminales que tienen sometidos a los ciudadanos. Varios campesinos cayeron. En Texcaltitlán los consideran héroes. Fueron más muertos del lado del cártel.

López Obrador reaccionó siguiendo el manual que le dejaron Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto: cuando hay un episodio de violencia, manda un montón de soldados, apágalo, y luego saca a los soldados de ahí, llévalos a apagar otro incendio aunque se te vuelva a quemar el que estás dejando. Así que llegaron 600 soldados a Texcaltitlán. Y luego fue la gobernadora con sus camionetotas, bien cuidada. Muchos lugareños prefirieron quedarse en sus casas porque ya se la saben: el presidente dejará de hablar de ellos, la prensa volteará a otro lado, la gobernadora no regresará, se irán los 600 soldados y volverán los narcos a ajustar cuentas con los que “rajaron”. Y a rascarse sin uñas: en el reporte de Sedena hackeado por Guacamaya se informa que en el municipio hay 15 policías y 14 patrullas, de las cuales 10 están en el taller.

Texcaltitlán es el símbolo de cómo ha fallado la estrategia de seguridad en el sexenio. Gracias a los hackers-activistas del Grupo Guacamaya, que lograron penetrar los servidores web del Ejército mexicano, hoy sabemos que la Secretaría de la Defensa Nacional tenía desde hace año y medio una radiografía perfecta de lo que pasaba en Texcaltitlán: las redes de vínculos de los narcos, fotografías, informes, documentos, organigramas criminales, testimonios de cabecillas del cártel relatando cómo sometían a la población, cómo los obligaban a comprarles a ellos los productos de la canasta básica, cómo los narcos la hacían de todo: eran el gobierno, los empresarios, la policía, el SAT. Y cómo la población estaba indefensa.

El gobierno federal lo supo desde junio de 2022. Pero no hizo nada. Ahora le toca lidiar con el fracaso. Y con los muertos. ¿De qué lado está el presidente? En la mañanera siguiente, dio el pésame al Chapo Guzmán por la muerte de su señora madre en Sinaloa, pero no a los deudos de Texcaltitlán en el Estado de México.

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