Es Xóchitl. Si querían diferenciarse de Morena, hay demasiadas similitudes: la candidatura se definió por una encuesta, no hubo votación ciudadana, el segundo lugar lució arrasado por una cargada impulsada desde la cúpula, no hubo transparencia en los gastos de campaña de los aspirantes (no hay un solo reporte de quién pagó giras y actos) y tampoco hubo transparencia en las encuestas (la telefónica la hizo una tal… ¿Wise?).
La definición de que Xóchitl Gálvez será la candidata opositora no arranca con el pie derecho.
Es cierto que hay que reconocer, sin medias tintas, el rotundo éxito que implicó su irrupción en la contienda presidencial: cambió la narrativa de que la oposición no tenía figuras para hacerle frente a las corcholatas. El cambio de mentalidad no es menor. A diferencia de la absolutamente previsible competencia en el oficialismo, la contienda opositora tuvo muchas sorpresas: al inicio nadie tenía en el radar a Xóchitl y nadie pensaba que Beatriz Paredes podría llegar a la final pegándole tremendo susto a la que se convirtió en favorita.
Pero la candidata, sus partidos y las organizaciones que la respaldan deben aprender de estos dos meses de precampaña:
Lo del domingo apuntaba al tropiezo. Ni Xóchitl Gálvez sabía a dónde podía ir a votar. El objetivo inicial era tener la fotografía de las filas de gente votando, el contundente respaldo ciudadano frente al dedazo del presidente en Morena. Esa foto no se iba a lograr. Si la oposición fue muy crítica con los 15 millones que participaron en la revocación de mandato, para esta se habían registrado apenas 2 millones. Desde el inicio, falló la app para recolectar firmas, obligó a ampliar los plazos y hubo quejas constantes en la dificultad de registrarse.
Xóchitl Gálvez como candidata necesita alineación y balanceo. En los tersos foros con Paredes y Creel no fue el fenómeno que se esperaba. Si quiere ganarle a Morena tiene que arrasar con Claudia Sheinbaum en los debates. Regresar a la feroz frescura que la encumbró. No es la puntera que debe administrar su ventaja. Y debe tener listas las respuestas, claras y contundentes, ante los temas más difíciles, como el asunto de los contratos.
Las encuestas de los últimos días han matizado el optimismo que causó Xóchitl en la oposición. No confundir Twitter con la realidad. Es cierto que falta tiempo, pero sigue lejos de cualquier corcholata. Su saldo de opinión —positivas menos negativas— ya no es tan bueno como al inicio. Claudia Sheinbaum le gana. Pero Claudia parece haber llegado a un tope y Xóchitl goza de la ventaja de que todavía tiene bajos niveles de conocimiento, por lo que tiene margen de crecimiento, está por verse si los puede aprovechar.
No cabe duda de que en el saldo del verano es mucho más positivo que negativo para la oposición. También para su candidata. El estrés presidencial lo confirma. Pero no hay ningún argumento para el optimismo. Está claro que con el anti-AMLO no basta. Viene la etapa más difícil: conquistar indecisos y quitarle votos a Morena. ¿Podrá?