Las grandes promesas de López Obrador que lo llevaron a la Presidencia fueron que acabaría con la corrupción, que quitaría los privilegios del poder y que sería el gobierno más transparente de la historia. Además de lo que se ha documentado para contradecir esa propaganda oficialista, las contiendas por las gubernaturas en estas elecciones nos exhiben cuál será el verdadero legado del actual presidente.
Hay dos estados que se consideran con amplio margen a favor de Morena: Chiapas y Tabasco. En Tabasco, el estado de López Obrador, puso de candidato su cercanísimo Javier May, cuyo paso por Fonatur como encargado del Tren Maya fue un escándalo, al grado que lo tuvieron que quitar de ahí: costó el triple de lo presupuestado, no estuvo a tiempo, taló 7 millones de árboles, y contaminó el agua al perforar cuevas y cenotes. No sólo eso. Las pruebas que hemos presentado en el serial El Clan en Latinus, con grabaciones telefónicas y contratos, desnudan también que la obra está rodeada de corrupción y tráfico de influencias ?involucrados los hijos del presidente y sus primos?, y una irresponsabilidad que indigna por cómo se maneja este grupo de mirreyes disfrazados de proveedores. Javier May fue premiado con la candidatura. El presidente lo protege. Por eso no pocos dicen que su desliz al declarar que “Hoy es ley la corrupción en México” fue una traición del subconsciente.
En dos de los estados que Morena pretende arrebatar a la oposición, Yucatán y Jalisco, los candidatos del obradorato están enfrentando acusaciones por su patrimonio. A “Huacho” Díaz Mena, expanista yucateco, se le acusa de no haber declarado dos propiedades. Y a Claudia Delgadillo, expriista tapatía, también de haber escondido en su declaración patrimonial una mansión de 4.5 millones de pesos en un fraccionamiento exclusivo.
Pero nada como lo de la morenista Rocío Nahle en Veracruz. Como May, tuvo a su cargo otra gran obra manchada de corrupción: Dos Bocas, que costó el doble y no ha refinado nada. Ahí también hicieron negocio los hijos del presidente y sus cuates. En Veracruz, Morena vislumbraba una carrera cómoda. Ya no lo es. A la candidata morenista y su familia les aparece una propiedad de lujo cada tres días: lo que empezó por una casa en Veracruz con muelle privado, ya va en departamento de millones de dólares en Nueva York.
En Guanajuato, Morena usa la inseguridad para atacar al gobierno local que es panista. En Morelos no puede: la inseguridad es totalmente su culpa. Imaginaba un paseo por el parque, ya se le complicó. Nada más en los últimos días se reportó el asesinato de un periodista, el secuestro de un obispo y la entrada de un comando armado a un hospital para consumar una ejecución.
Frente a todos los señalamientos —los sobrecostos, la corrupción, las propiedades, la complicidad con la violencia— la respuesta de los candidatos morenistas al gobierno es la misma: acusan guerra sucia, dicen que no es cierto y ya, sanseacabó. Se tratan de sacudir los señalamientos con el mismo desparpajo que le ha funcionado al presidente durante todo el sexenio.
Queda un mes de campañas. Falta ver cuál es el desenlace de todo esto. Si estos perfiles de candidatos del oficialismo terminan ganando, quedará claro el verdadero legado del presidente: un nuevo modelo de comunicación política, heredable, que apuesta por la posverdad, por dibujar con saliva una realidad inventada y salirse con la suya.
SACIAMORBOS. Llegan noticias desde Sinaloa. Que el delfín del gobernador no es Insunza (acusado de delitos sexuales) sino su secretario de Finanzas, Enrique Díaz vega.