Una semana antes de que Claudia Sheinbaum ganara las elecciones presidenciales, el dólar estaba en 16.70. Su triunfo con tan amplio margen, la sobrerrepresentación que regaló una supermayoría artificial a Morena y aliados, y el plan de la dupla AMLO-Sheinbaum para reformar el Poder Judicial tienen al dólar arriba de 20 pesos.
Claudia Sheinbaum entra al poder como la presidenta del dólar a 20 pesos. Ese estigma ya no se le quita. Su llegada al poder implicó una devaluación de 20%.
Encima, la mentada reforma ha tensado las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, abre la puerta a litigios en el marco del TMEC, avizora una posición desventajosa para México en la renegociación de este tratado en 2026 y ha encendido los focos rojos en calificadoras, bancos y fondos de inversión que están recomendando cautela antes de apostar por México.
Todo esto es culpa de él y de ella, de AMLO y de Sheinbaum, por el capricho de la reforma judicial. El dólar, el TMEC, los focos rojos… ninguno de estos factores ensombrecía el cielo económico. Es un castigo autoinfligido… en el peor momento.
El presidente saliente y la presidenta entrante están arriesgando la confianza en la economía mexicana en un momento en que la economía mexicana está en franco estancamiento, y camina peligrosamente a la recesión. Todos los datos que se han publicado en los últimos días apuntan a esa dirección: PIB, inversión, empleo formal estancado, consumo, IGAE. Lo que no está en números rojos está en cero. Literalmente.
Lo que viene es un efecto dominó: si la economía crece menos, las empresas pagan menos impuestos, el gobierno recibe menos ingresos, pero tiene todos los compromisos de gasto heredados de López Obrador (programas sociales, Tren Maya, AIFA, Dos Bocas, etc.). AMLO se va dejando un déficit de 6% del PIB. Si Sheinbaum no recorta gastos y por la falta de ingresos genera que aumente ese déficit, México corre el riesgo de perder el grado de inversión, y eso derivaría un peor escenario económico, desatando un círculo vicioso de efectos dramáticos.
Este peligro existe independientemente de la reforma judicial. La reforma sólo lo agudiza. Es asombroso que el presidente y la presidenta electa no parezcan preocupados por esto.
Claudia Sheinbaum entra al poder obligada a recortar los gastos del obradorato. ¿Lo hará? ¿Cómo reaccionará el presidente saliente si ve que se cierra la llave a sus proyectos emblemáticos, desde los más justos hasta los más ridículos? ¿Se animará ella aunque esto la ponga en ruta de tensión con su mentor?
Y encima está el desprestigio internacional. El aval de Sheinbaum a la reforma judicial ha manchado su imagen internacional. Del buen ánimo que generó que en México llegaba a la Presidencia una mujer, científica, ambientalista, con mirada internacional, pasamos a la preocupación porque México ha emprendido la ruta de las autocracias, de las dictaduras.
Así que la reforma al Poder Judicial tiene a México al borde de una doble crisis: política y económica. ¿Así se quiere estrenar la próxima presidenta, si ni siquiera tiene los votos?